Armado con una potente cámara y avanzados sensores, el miniavión sin piloto Skylark se convirtió en una de las herramientas más valiosas de las fuerzas de infantería israelí para vigilar y espiar al enemigo en zonas de combate.
Fabricado por la empresa Elbit Systems, una de las más conocidas a nivel mundial en sistemas electro-ópticos para el campo de batalla, este aparato está en servicio en el Ejército israelí y también es vendido a una veintena de países que participaron en los últimos escenario bélicos, entre ellos Irak y Afganistán.
«El aparato presta servicios a nivel de batallón para proveer información en tiempo real a los oficiales al mando», explicó el teniente Nir Zabarsky, comandante de la unidad de reconocimiento que opera estos aparatos, durante un reciente ejercicio militar en el norte de Israel en el que se simulan las condiciones más extremas.
«Con él se puede ver la situación sobre el terreno en varios sitios a la vez», agregó sobre una posibilidad que hasta su entrada en servicio no existía en ningún ejército del mundo.
Trasladado por la tropa, el Skylark tiene una carga máxima al despegue de sólo 7,5 kilos y una útil de 1,2 kilos. Por no necesitar pista - aterriza por desaceleración y sobre un colchón inflable -, su gran ventaja es que lo hace funcionar la infantería, que no necesita así recurrir al apoyo de otros cuerpos para misiones de reconocimiento táctico.
«Nos ofrece una información que de hecho no existía hasta ahora. Puede desplazarse de un lugar a otro en cualquier circunstancia, es muy rápido y funciona en las condiciones más adversas», explicó Zabarsky.
Con una envergadura de 3 metros, todo el equipo es desmontable y trasladado en dos mochilas.
En cuestión de minutos, como si fuera una gran maqueta, los soldados ensamblan el fuselaje con los demás componentes - alas, timón, etc. - y dan vida a un avión que para volar es catapultado a mano alzada y con la ayuda de un cable elástico.
Un radio operador hace las veces de piloto con un pequeño ordenador y un radar, también desmontable, que funciona de nexo en las comunicaciones.
«Hacerlo funcionar requiere en realidad sólo dos personas: uno que lanza el avión al aire y otro que lo pilota. Desde el ordenador se le dan las instrucciones», agregó.
Israel fue uno de los primeros países del mundo en introducir en sus filas aviones no tripulados para misiones de reconocimiento, los popularmente conocidos como «drones», por el sonido de sus motores, eléctrico en el caso del Skylark e inaudible a 100 metros de altitud.
Su corazón es una potente cámara de visión diurna y nocturna y los sensores, que en cuestión de milisegundos trasladan al centro de mando, en una alta resolución, todo lo que ven en la superficie.
Durante las tres horas de autonomía, el avión puede vigilar un radio de entre 20 y 40 kilómetros y observar el movimiento de fuerzas enemigas, detectar la ubicación exacta de infraestructuras y la presencia de civiles.
«Sirve para todo: para dirigir nuestro fuego con más exactitud y para asegurarnos de que no afecta a inocentes que no participan en los combates», especificó Zabarsky.
Los sensores infrarrojos y electro-ópticos ofrecen visión en un techo de servicio de hasta 15.000 pies, pero el Skylark puede también realizar vuelos a muy baja altitud, casi rasantes, unas características que con las que cualquier oficial de campo sólo podría haber soñado hasta hace menos de una década.
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