Al final de una calle sin asfaltar, en las tranquilas afueras de un pueblo del norte de Israel, varios agricultores cultivan una especie de marihuana que, según ellos, alivia síntomas de ciertas enfermedades crónicas sin producir efectos psicóticos.
Al otro lado de una valla con la inscripción «Tikún Olam» (Reparar el mundo, en hebreo), el equipo afirma haber creado la primer planta de marihuana israelí sin prácticamente rastro de THC (tetrahydrocannabinol), la sustancia que droga y que puede tener serios inconvenientes para los consumidores.
Esta nueva marihuana permitiría superar los obstáculos psicológicos para aquellos que podrían beneficiarse de sus ventajas, pero que rechazan la idea de utilizarla, incluso con autorización del ministerio de Salud.
«Conseguimos aislar las moléculas de TFC y CBD», aseguró Mor Cohen, el responsable de la plantación situada en el límite de la ciudad de Safed (Tzfat), en la Alta Galilea. Cohen se refirió al cannabidiol, otro componente de la marihuana que puede ayudar a aliviar los síntomas de la diabetes y de problemas psiquiátricos.
La plantación consiguió desarrollar una variedad que contiene el 99% de CBD y después cruzarla con otras variedades, lo que originó plantas con diversos componentes capaces de ayudar a diferentes tipos de pacientes.
Los creadores aseguraron que, consiguiendo un equilibrio, se puede reducir el dolor y estimular el apetito, al tiempo que se disminuyen o eliminan efectos secundarios negativos.
«Adquirimos experiencia gracias a los tratamientos de 2.000 enfermos con diferentes síntomas, algunos acompañados de dolores, otros de estreñimiento, vértigos, nauseas», precisó Mor Cohen.
«Sabemos encontrar las fórmulas para la enfermedad del Parkinson, para el cáncer, para estimular el apetito, o los problemas de insomnio ligados al estrés postraumático», añadió.
«Disponemos de una gama de variedades de plantas que van desde las que tienen una gran concentración de THC a las que tienen una fuerte proporción de CBD, lo que permite efectuar dosificaciones adaptadas a cada paciente», explicó Tzaji Klein, el responsable del desarrollo.
Para desanimar a posibles intrusos, el lugar está protegido por una alta alambrada vigilada por guardias armados.
En el interior, en una pequeña sala que recuerda a las habitaciones de los traficantes de las películas, grandes bolsas de plástico con marihuana seca se apilan para ser pesadas antes de ser envasadas en pequeños sacos que contienen dosis de 10 gramos que los enfermos podrán obtener con una receta médica.
Igual que la droga, este medicamento se fuma, y para los que tengan dificultades para liar un cigarro, dos mujeres elaboran «porros» que se colocarán en otras bolsitas.
A pesar de apoyar la marihuana médica en general y el trabajo de «Tikún Olam» en particular, el ministro de Información, Yuli Edelstein, afirmó que el gobierno no planea una legislación general de la marihuana.
«Lo que siempre fue considerado como una simple droga, como algo negativo, se convirtió, gracias al trabajo de los agricultores, en un medicamento que no es más un narcótico», afirmó durante una visita al lugar.
«Pero por el momento no nos ocupamos de la legislación de la marihuana», subrayó.
Según estadísticas publicadas este año por el Centro Médico Sheeba en Ramat Gan y la Asociación israelí de lucha contra el cáncer, el uso médico de marihuana fue autorizado a 6.000 pacientes que sufrían diferentes enfermedades.
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