Desde hace más de dos mil años, los egipcios ponían piedras ferromagnetizadas sobre sus cabezas para tratar migrañas y otras afecciones neurológicas. Son los primeros antecedentes de las ventajas del electromagnetismo en la salud. Pero no fue hasta 1985 que se creó un prototipo estimulador magnético para terapias.
Hoy existen varios modelos que estimulan la superficie del cerebro para el tratamiento de depresión o esquizofrenia, entre otros trastornos cerebrales. El último de ellos se llama DeepTMS, fue creado por expertos del Departamento de Neurociencias de la Universidad Ben Gurión en Israel y no sólo permite actuar con mayor precisión sobre la zona cerebral que se quiere activar o desactivar, sino que llega a mayor profundidad: 6 cm bajo el cráneo. Los actuales llegan a uno o dos centímetros.
En Europa, su uso ya fue aprobado por la Comisión Europea y en EE.UU está en trámite en la FDA. Hasta la fecha, diversos estudios - entre ellos uno con 22 centros en ocho países - revelan beneficios para tratar depresión, desorden bipolar, estrés postraumático, alzheimer y parkinson, entre otros. Ahora llegó a Chile, donde al menos 60 pacientes con depresión la probaron; 40 de ellos con buenos resultados.
Raúl Riquelme, siquiatra, presidente de la Sociedad Chilena de Salud Mental y director médico de NeuroMagnetics - representante en Chile de la desarrolladora de esta tecnología - explicó que cada enfermedad tiene un protocolo con una cantidad de sesiones. Para parkinson se usan hasta 10 sesiones; en depresión y síntomas negativos de la esquizofrenia, 20. Pero en pacientes más graves, se deben hacer más.
Cada bobina de DeepTMS es diferente, según la patología a tratar.
«Generalmente, a las dos semanas de tratamiento, ya se pueden ver resultados. En total, hay 20 bobinas con patentes aprobadas, en Chile existen cinco, pero llegarán más», dijo Jimmy Stehberg, director científico de NeuroMagnetics.
Luis Risco, director de la Clínica Siquiátrica de la Universidad de Chile, señaló que la terapia todavía es considerada un procedimiento experimental, aunque no se ha vio que provoque daños secundarios.
El siquiatra de servicio de urgencia, Mario Quijada, piensa distinto. Cree que es «un extraordinario invento» que permitirá avanzar mucho, porque es una manera de tratar a un paciente en forma limpia, no invasiva y sin efectos adversos.
«Aunque no significa dejar de tomar medicamentos, los pacientes tienen menos rechazo a la terapia, porque pueden tomar menos dosis y dejar de sentirse incómodos, decaídos o inquietos. Además, los resultados se ven relativamente rápido», subrayó.
En Chile, los primeros protocolos se llevaron a cabo con pacientes con depresión. Riquelme afirmó que desde 2009 que este sistema está aprobado en Europa para su uso en esta patología. De acuerdo a las investigaciones realizadas por la Universidad de Tel Aviv, en depresión mayor esta terapia tiene tasas de remisión - ausencia de síntomas - superiores al 50% a la quinta semana de tratamiento.
El estudio mostró que los síntomas disminuían significativamente la melancolía y la ansiedad. En un mes de tratamiento, el 86% de ellos decían no tener síntomas de depresión. Cuando se les aplicó la escala Hamilton de medición, se vio que a mitad del tratamiento, de 20 puntos que tenían al inicio, estaban en la mitad y al final tenían apenas 5,3 puntos. Con siete puntos se considera que hay depresión.
Estudios de la Universidad de Tel Aviv mostraron que en parkinson la técnica no mejora la enfermedad, pero redujo los movimientos y temblores en el 40% de los pacientes tratados.
Por su parte, el Centro Médico Ijilov de Tel Aviv realizó un estudio con 40 pacientes con alzheimer, de los cuales los que recibieron la más alta frecuencia reportaron una clara mejoría en su deterioro cognitivo. Ahora esperan realizar un ensayo multicéntrico para verificar los resultados.
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