Es interesante cómo Maradona, que se autodefine "sólo blanco o negro", sin entender mucho de que se trata realmente, pretende que aquéllos que lo critican o juzgan, lo hagan en distintos tonos de gris.
Ese gol...
El israelí promedio siempre fue un hincha apasionado del fútbol inglés; Abba Eban luchó en todos los foros diplomáticos posibles contra los diferentes "Libros Blancos" que limitaban o prohibían la entrada de judíos a Palestina bajo el mandato británico, incluso en los peores momentos del Holocausto. Sin embargo, en sus instantes de debilidad, se confesaba fanático del Tottenham.
El padre de Ehud Olmert combatió en las filas clandestinas del Etzel (Organización Militar Nacional) contra el dominio inglés. Muchos de sus compañeros fueron ejecutados. Algunos miembros del Leji (Combatientes por la Libertad de Israel) hasta planearon pactar con Hitler para combatir contra Inglaterra, el entonces "enemigo común". Todo ésto no le alcanzó a Olmert hijo para disminuir su pasión por el Manchester United.
La Aliá latinoamericana a Israel, al igual que todas las que llegaron, supo dejar grabada algo de su idiosincracia dentro de la complicada identidad israelí, especialmente en lo relacionado con la gastronomía, la música y una forma menos convulsionada de encarar la realidad. En todo lo relacionado con el fútbol - argentino, brasileño o uruguayo -, era imposible tratar de acreditarse el lugar ocupado por el británico.
El gol de Maradona con la mano a los ingleses, reivindicó las opiniones de los hijos de aquellos pioneros israelíes que se deslomaron secando pantanos y construyendo carreteras, respecto de la piolada rioplatense y la viveza criolla, de como querer ganar haciendo "la fácil", sin esforzarse; todo un antagonismo al mensaje del sionismo realizador.
Hasta ese gol...
Ese segundo gol de Diego en ese partido, fue un antes y un después en el eterno conflicto. Dicha obra de antología determinó que por varios años hasta los mismos israelíes dudaran en sus convicciones, algo muy inusual en este rincón del Oriente Medio.
Un antes y un después... Hasta que llegó el después del después...
Lo que sucede es que para mortales comunes y corrientes como nosotros, no es frecuente obtener la posibilidad de interpretar varios papeles diferentes a lo largo de nuestra vida. Casi siempre nos conformamos con las múltiples facetas que suele tener el personaje que nos tocó en el reparto de esta tragicomedia existencial.
Todos nacemos con un conjunto de habilidades e intentamos desarrollarlas, lo que no impide que a veces busquemos nuevos desafíos, otros roles que representar. Pero si nos toca el papel de un famoso economista o un simple almacenero, puede resultar ridículo empeñarnos en ser un número 10 con una zurda prodigiosa y una amplia visión de la cancha. No todo es incompatible, pero la especialización que se nos exige complica bastante el asunto.
Si se nos ha brindado el importante papel mediático de un crack del deporte o un astro de la escena, la fama nos facilita la vida y hasta nos permite aparentar mucho más de lo que somos. Pero el acceso a este rol es muy complicado y la competencia suele ser enorme.
Maradona fue uno de esos seres humanos agraciados con esa importante lotería que permite una calidad de vida y un nivel de influencia en la sociedad superiores a la mayoría.
Llegó a ser el número uno de su momento, cosechando aplausos, títulos y admiraciones a lo largo de su célebre accionar como futbolista. Pero cuando colgó los botines, le tocó interpretar otro papel y se vio privado de los elogios y la notoriedad que sus facultades deportivas le habían proporcionado. Su éxito en lo público no le acompañó en lo privado. Cayó en la droga hasta poner en peligro su vida. El famoso futbolista no supo ser hombre discreto.
Tiene que ser duro cambiar de vida tan dramáticamente. Hace tiempo que Maradona, quizás echando de menos el circo mediático que siempre lo acompañó, se propuso ser recordado por otros motivos. Se de dedicó a entrenar, y sin ningún logro especial conseguido como director técnico, Grondona le "regaló" la selección argentina.
Con su juguete preferido bajo el brazo y consiguiendo resultados que lo llevaron al borde de perder la clasificación al Mundial de Sudáfrica, Maradona decidió que los culpables de su situación no eran él y sus jugadores, sino los medios, todos los medios, y que nosotros deberíamos escucharlo hablar no como representante de un país, con todas las responsabilidades que ello implica, sino como un demagogo grosero que apela a los instintos más bajos y busca al chivo expiatorio de turno a fin de no tener que mirar para adentro y medirse con sus verdaderos problemas. El maestro en la cancha quería serlo también en la vida real. En la jodida vida real.
El "pelusa" de la zurda de oro no se paró a pensar que en tal situación debería usar más la cabeza que sus extremidades inferiores. Es la única forma de comprender que quien no pudo manejar su propia existencia decidió exigir, "con el perdón de las damas" - no de los niños, ellos no cuentan para el DT -, "que se la chupen; que se la sigan chupando". Es interesante cómo algunos que se definen "sólo blancos o negros", sin entender mucho de que se trata realmente, pretenden que aquéllos que los critican o juzgan, lo hagan en distintos tonos de gris.
Evidentemente a Diego no le va ese nuevo rol en el escenario del mundo. Ser un genio del fútbol en la cancha no significa tener ideas sabiamente fundadas, tampoco tener dos piernas prodigiosas implica tener un cerebro privilegiado. Mejor hubiera hecho perfeccionando su papel de jubilado precoz, dedicándose a emprendimientos importantes como promover el fútbol en campos de refugiados juntando a niños palestinos con israelíes, como hicieron y hacen otros jugadores famosos, no tan buenos como él pero más inteligentes.
Este ídolo derrotado por la vida, este profeta enclavado en un constante fuera de juego, predica su revolución "nacionalfutbolista". Y en su permanente empeño en cambiar el mundo de los giles, ahora nos ofrece libremente succionar su órgano sexual sin que ningún responsable en la dirigencia argentina determine que pertenecer a un seleccionado de fútbol va más allá de ganar o perder los partidos en la cancha; es además vender, fuera de ella, la imagen de lo que uno pretende representar.
En este cambalache, pareciera que hasta el cambio climático influye también en la conducta humana. Si no fuera así, Maradona se cuidaría mucho más antes de abrir la boca y pretender que lo vean como un ejemplo digno de admiración, entereza y tolerancia, o a un líder con el cual hay que identificarse e imitar.
Pero como vemos, todo es posible; hasta que Olmert, actualmente procesado por corrupción, siga siendo fanático del fútbol inglés.