Las selecciones nacionales de fútbol de Ucrania e Israel se enfrentaron el pasado miércoles en un partido amistoso en Kiev. Los locales ganaron por 2-0
Pero en la capital ucraniana, aparte de la lógica satisfacción por el triunfo, lo que hizo titulares después del encuentro fue lo que sucedió antes de iniciarse el mismo.
Ambos equipos salieron al campo de juego acompañados, como ya es habitual en partidos internacionales, por 22 niños del lugar, una costumbre cuya intención es trasmitir a las nuevas generaciones que el deporte va más allá de la victoria sobre el rival y que el objetivo principal es ganar... sin perder lo humano.
Sucedió que ambas selecciones, guiadas por los árbitros, se aliniaron frente a la tribuna principal para a escuchar los himnos.
Pero como dice el refrán: «Uno propone y Dios dispone». En ese mismo momento se desató un verdadero diluvio sobre el estadio.
Fue entonces que los jugadores israelíes se quitaron sus buzos de abrigo que llevaban sobre las camisetas nacionales para proteger a los niños que los acompañaban.
Los jugadores ucranianos no procedieron de igual manera. Ni se inmutaron. ¿Llueve? ¡Que llueva! Se quedaron con los abrigos puestos. Los chicos que estaban delante de ellos tuvieron que aguantar el diluvio estoicamente parados con camisetas de mangas cortas.
El hecho - registrado por las cámaras - fue muy criticado por la prensa deportiva internacional, que además destacó el gesto de los jugadores de la selección israelí.
Caben dos interrogantes: ¿Quién realmente ganó? ¿y quién realmente perdió?