Horas después de que la Autoridad Palestina (AP) festejara e Israel lamentara la liberación de 26 terroristas palestinos, sus jefes negociadores se sentaron en un hotel de Jerusalén, lejos de las cámaras y con mucha desconfianza para reanudar las conversaciones directas .
Con la presencia del enviado especial de EE.UU a la misión, el veterano Martin Indyk, los palestinos Saeb Erekat y Mohamed Shtaye y los israelíes Tzipi Livni e Itzjak Moljo dialogaron durante más de cuatro horas sobre qué deberan negociar en los próximos encuentros.
Tras la reunión de ayer en Jerusalén, se volverán a ver en la ciudad cisjordana de Jericó en un maratón de reuniones que EE.UU quiere que sean herméticas. Cuanto menos hablen, y sobre todo filtren, mejor. De hecho, quizá no haya ni comunicados tras los encuentros.
Luego de una jornada marcada por acusaciones mutuas, liberación de terroristas asesinos palestinos y el anuncio de construcción de más viviendas en los asentamientos judíos en Cisjordania, el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, y el presidente de la AP, Mahmud Abbás, iniciaron una nueva etapa de negociaciones caracterizada esta vez por tener fecha límite: nueve meses.
Transcurrido este tiempo, deberán llegar a un acuerdo definitivo o temporal que lleve a la creación de un Estado palestino o, como indica el pronóstico generalizado, a otro fracaso en las negociaciones con sus coreespondientes consecuencias.
Lo máximo que puede llegar a ofrecer Netanyahu, líder del partido Likud, ahora mucho más intransigente que él, está muy lejos del mínimo que podría aceptar Abbás, líder que fue elegido en 2005 y que no puede pisar la Franja de Gaza controlada por Hamás desde hace seis años.
Abbás y Netanyahu no confían uno en el otro. El dirigente palestino no cree que el fin de la ocupación en Cisjordania y la creación de un Estado independiente en las fronteras de 1967 se conseguirán con la actual coalición israelí. Preferiría seguir su camino unilateral a través de la ONU.
Netanyahu, por su parte, dice apoyar la creación de un Estado palestino pero con condiciones (seguridad) y parámetros (fronteras-asentamientos) que lo hacen inaceptable para Abbás al que no lo considera suficientemente fuerte para firmar un acuerdo. Además, repite constantemente que no aceptará la división de Jerusalén, cuya parte oriental es considerada por los palestinos como su futura capital.
¿Para qué negociar, entonces ? Abbás lo hace porque no quiere perder el apoyo político y económico de EE.UU a la Autoridad Palestina que, sin las donaciones internacionales, no funciona. Netanyahu lo hace para reducir la presión internacional y afrontar los explosivos efectos de la «primavera árabe» - Siria, Egipto y lo que realmente considera «amenaza existencial»: el programa nuclear iraní.
Ambos dirigentes, además, no quieren ser responsabilizados del fracaso por el presidente Obama.
Los palestinos creen que Israel desea el proceso de paz como cortina de humo para mantener el status quo y continuar con la construcción en los asentamientos en Cisjordania. Los israelíes acusan a los palestinos de incitar al odio contra Israel y de no reconocer el derecho del pueblo judío a un Estado propio.
El Secretario de Estado norteamericano, John Kerry, verdadero motor de esta ronda de negociaciones, anhela que las partes lleguen cuanto antes a un acuerdo sobre fronteras definitivas para desactivar la mina que supone para los palestinos la construcción en los asentamientos.
El cómo y cuándo del encuentro de ayer refleja el nivel de desconfianza. Si Netanyahu liberó a terroristas asesinos de noche para evitar una mayor cobertura de imágenes triunfales de los liberados, Abbás exigió que la reunión en Jerusalén fuera también de «perfil bajo» sin tradicionales «fotos históricas».
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