El gobernador del Banco de Israel, Stanley Fischer, vaticinó en una entrevista a la revista económica israelí «The Marker» que, si el Gobierno no logra pasar los presupuestos de 2013, el país debería ir a las urnas para despejar la incertidumbre.
A pesar de que Israel tiene previsto un crecimiento para 2012 del 3,2 %, Fischer afirmó que el país se encuentra en un proceso de desaceleración respecto a años anteriores, en parte debido a que el 40% de su economía se basa en las exportaciones, que se resienten por la crisis en Europa y EE.UU.
Según el gobernador, el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, se encuentra sometido a grandes presiones por las agencias internacionales de riesgo para que mantenga la credibilidad fiscal de la que hasta ahora goza el Estado hebreo, en medio de la crisis mundial y en momentos en que la economía decrece y los ingresos tributarios son cada vez menores.
Pese a haber adoptado algunas medidas destinadas a paliar la falta de liquidez en las arcas públicas, como el aumento del IVA al 17% y una subida de impuestos, Netanyahu no logró afianzar unos presupuestos que podrían hacer caer a su Ejecutivo.
Y es que dos de sus cinco socios de la coalición se oponen a su plan de austeridad y podrían precipitar la celebración de elecciones anticipadas.
Rosh Hashaná se inició con la perspectiva de una fuerte subida de precios y la incertidumbre de si el año hebreo 5773 (2012-2013) será de guerra o de paz, tras las amenazas de Israel de atacar Irán para impedir que consiga armas nucleares.
El Índice de Precios al Consumo (IPC) del mes de agosto subió un 1% y se prevé que repunte en septiembre y octubre, después de las fiestas.
Cerca de la mitad de los israelíes judíos se sienten inseguros sobre su situación económica, según un reciente estudio realizado por el Instituto Demográfico y la Universidad de Tel Aviv.
Asimismo, un tercio no puede cubrir sus necesidades básicas mensuales y el 76% opina que el Gobierno debería haber buscado otras vías para reducir el déficit, en lugar de elevar el IVA.
A ello se sumó una subida en los carburantes y la harina, que tiran hacia arriba de todos los precios en el mercado.
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