Israel trata de separar la posible liberación en noviembre del ex espía Jonathan Pollard de su tajante oposición al acuerdo nuclear con Irán, dos espinosos asuntos que se interponen en sus relaciones con Estados Unidos.
Políticos y activistas tratan de desvincular ambas cuestiones no sólo por las repercusiones políticas a nivel interno en cada país, sino también porque el Gobierno israelí no quiere que la posible liberación del espía sea presentada como una «compensación» y, con ello, se caigan las esperanzas de que los republicanos voten contra el acuerdo cuando llegue al Congreso.
«Ciertamente no hay ninguna conexión entre la liberación de Pollard, que es un cuestión humanitaria, y el mal acuerdo con Irán, que es un asunto existencial y de seguridad», dijo en ese sentido el diputado del partido Kulanu (socio de la coalición de gobierno), Michael Oren, ex embajador israelí en Washington.
La polémica en torno a este asunto emergió el viernes a raíz de una información del «Wall Street Journal» sobre que Estados Unidos no pondrá esta vez obstáculos cuando Pollard se presente en noviembre ante la Comisión de Libertad Condicional, al cumplirse treinta años de su encarcelamiento.
El caso de Pollard, un antiguo analista de Inteligencia de la Marina, detenido el 21 de noviembre de 1985 por el FBI por entregar fotografías secretas a la inteligencia israelí, fue elevado ante la Casa Blanca por todos los primeros ministros israelíes desde Itzjak Rabín.
Sin embargo, unas veces por razones políticas, otras legales o por oposición de los organismos de inteligencia estadounidenses, las sucesivas peticiones de ser excarcelado - en los últimos años ya por razones humanitarias debido a su delicado estado de salud - fueron rechazadas una tras otra.
En las últimas dos décadas, diputados israelíes de derecha e izquierda apelaron a Washington en favor de Pollard y, según distintas fuentes, su caso llegó a formar parte de distintos compromisos indirectos dentro del proceso de paz israelí-palestino.
«Yediot Aharonot» informó en ese sentido de que a comienzos del año pasado el ex agente debió ser liberado dentro de los mecanismos concertados por Washington para devolver a israelíes y palestinos a la mesa de negociación, pero la interrupción del proceso en abril lo imposibilitó.
Ahora, fuentes israelíes confirman que Pollard saldrá de prisión, pero niegan que suponga una compensación por el pacto nuclear con Irán e insisten en que la liberación se decidió hace tres semanas en un procedimiento judicial habitual de revisión de condena y sin que el gobierno israelí o el estadounidense se involucrasen de ningún modo.
El diputado Najman Shai, del opositor Grupo Sionista y presidente del comité del Parlamento para la liberación de Pollard, consideró que el espía «no es una carta política y relacionarle con el pacto con Irán o la liberación de prisioneros árabes es ridículo, vergonzoso y humillante».
«Llegó el momento de liberarle. Ganó su libertad por derecho», destacó al recordar que se trata del agente que más tiempo estuvo en una prisión estadounidense por un delito de espionaje a favor de un país amigo.
El caso Pollard, que en 1996 obtuvo la nacionalidad israelí, hizo temblar los cimientos de las relaciones entre Israel y Estados Unidos a mediados de los años '80 por la particularidad de que un país pequeño tuviera un agente infiltrado en su principal aliado militar y fuente de apoyo político, a pesar de que la información entregada por él no era sobre Estados Unidos sino sobre países de Oriente Medio.
No menos impactante fue su caso para la comunidad judía de Estados Unidos, formada por más de cinco millones de personas, que temió una ola de acusaciones de deslealtad similar a la que desató en 1950 el proceso judicial a los espías Julius y Ethel Rosenberg, que desvelaron los secretos de la bomba atómica a la Unión Soviética por lo que fueron condenados a muerte y ejecutados en 1953.
Minimizando la relación entre ambos procesos, Alistair Baskey, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, explicó que «el nexo entre el estatus de Pollard y consideraciones de política exterior es cero».
Así lo afirmó también la fiscal general de Estados Unidos, Loretta Lynch, quien aclaró que se producirá bajo las prerrogativas de la legislación estadounidense de la época en la que fue detenido y no por razones políticas.
Una de las cuestiones que se analizan aún en Israel es si, de ser liberado, Pollard podrá radicarse en el Estado judío, donde sería recibido como un héroe, algo que en Washington podría no gustar, a decir de fuentes gubernamentales israelíes.
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