Israel y el judaísmo se vistieron de luto con la pérdida de su «príncipe sefardí», Itzjak Navón, quinto presidente del Estado judío y paladín de un legado de 500 años del que él era su máximo exponente.
«Falleció con 94 años y medio, en su casa, rodeado de amor y cariño, después de una vida plena y feliz», informó su segunda mujer, Miri Shafir, en un mensaje en el que destacó que «alcanzó a despedirse» de todos sus seres queridos y amigos, porque «desde hace dos meses sabíamos que el momento se acercaba».
Itzjak Navón será enterrado en un funeral de Estado según marca el protocolo para estos casos, informaron los medios.
La Comisión de Símbolos y Protocolos del país se reunió para programar el funeral. El féretro del ex presidente será expuesto en la residencia presidencial para que el pueblo pueda rendirle homenaje. Más tarde, será enterrado en la Parcela de los Grandes de la Nación, en el cementerio nacional del Monte Herzl, donde desde 1993 reposan los restos de su primera mujer, Ofira Navón.
El actual presidente, Reuvén Rivlin, rindió honores a «un presidente proveniente del pueblo», mientras que el primer ministro Binyamín Netanyahu expresó su admiración por «su vasta educación».
«Navón creó un nuevo estilo y una forma de ejercer la presidencia. Fue una persona noble, un aristócrata sin ceremonias, un presidente que venía del pueblo y a quien el pueblo quería y apreciaba», afirmó Rivlin.
En un comunicado difundido a los medios después de concluir la jornada de shabat, el actual presidente recordó la contribución de Navón a la cultura de su país y a la creación del Estado de Israel al lado de su fundador, David Ben Gurión.
Nacido en Jerusalén en 1921, Navón era la imagen viva de una cultura que él ayudó a regenerar en las últimas décadas a través de una prolífica obra - escrita y televisiva - que no sólo acompañaron el acercamiento entre Israel y España en los años 80, sino que materializaron la necesidad de apoyarla antes de que se perdiera.
«Era el príncipe, el rey, el caballero del legado sefardí, cualquier título es poco para lo que él hizo», dijo Moshé Shaul, amigo personal y compañero de viaje de Navón desde los primeros días de las emisiones de la Voz de Israel en ladino, que comenzaron en 1948.
«Los sefardíes perdimos a una de nuestras máximas personalidades, pero también el judaísmo e Israel, todos perdimos a un símbolo», subrayó al recordar una contribución que se fortaleció en 1978, cuando fue elegido presidente, cargo que ocupó durante cinco años.
Su obra la comenzó a la par de su actividad política, pero salió por primera vez de imprenta con notorio éxito en 1968, con «Romancero Sefardí», al que siguió casi inmediatamente su laureado «Jardín Sefardí», la obra más representada del teatro israelí y que sigue en escena en el Teatro Nacional Habima desde su estreno en 1969.
Licenciado en literatura hebrea y cultura islámica en la Universidad Hebrea de Jerusalén, Navón consiguió defender con ellas una herencia que se veía eclipsada frente al predominio de los judíos askenazíes y la gestación de una nueva cultura e identidad israelíes que buscaba homologar el bagaje de todos sus inmigrantes.
«En los primeros años de Israel la cultura del ladino se fue apagando, había presiones para no hablar en ladino, y una nueva identidad (la israelí) se imponía a cuenta de las otras», explicó Shaul, para quien la obra de Navón sirvió de freno y evitó, en los momentos más delicados, que se apagara definitivamente.
Sólo en 1999, con un despertar que se vio también apuntalado desde España, Israel reconocería oficialmente el ladino como parte de su legado histórico y crearía un organismo para defenderlo, del que Navón fue su presidente hasta principios de este año.
Su contribución fue también notoria en el acercamiento histórico e intelectual que avaló el proceso político que condujo al establecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y España, en 1986, para lo cual, años antes, él se reunió en secreto con el rey Juan Carlos.
Para 1992, año en el que se conmemoró el 500 aniversario de la expulsion de los judíos, el ya ex presidente rodó para la televisión israelí otra de sus obras maestras: «La Jerusalén que estuvo en España», un viaje a través del pasado judío de la península Ibérica».
Navón también es recordado por su vasta contribución política, que realizó a través del Partido Laborista, en el que militó desde joven, junto a Ben Gurión y a Shimón Peres.
«Nos despedimos de uno de los hijos más predilectos de nuestro pueblo, que reencarnaba la sabiduría de generaciones y la poesía de Jerusalén», señaló Peres en uno de los tantos comunicados de pésame que se difundieron.
No sólo era un presidente querido que supo ganarse el amor de su pueblo, sino un poeta que nos contó los secretos de nuestro pueblo. Su contribución a Israel no será olvidada», subrayó.
Desde muy temprano Navón abogó por un diálogo directo con los palestinos, y a finales de 1982 amenazó con dejar la presidencia si el Gobierno de Menajem Begin no creaba, como finalmente ocurrió, una comisión pública para investigar las masacres de Sabra y Shatila en Líbano.
Fue también el primer presidente israelí que visitó Egipto, ante cuyo Parlamento habló en árabe.
Socialmente, su presidencia supuso la elección del primer judío no askenazí para un alto cargo político en Israel, lo que se tradujo en un histórico acercamiento entre los dos colectivos.
Su padre descendía de una familia de exiliados de España que llegaron a Jerusalén desde Turquía en 1670. De parte de su madre los ancestros provenían de Marruecos, presentes en Jerusalén desde el siglo XIX, según la presidencia israelí.
Navón entró en la vida pública tras la creación del Estado de Israel y la posterior Guerra de Independencia en 1948. Dirigió el departamento de cultura en el ministerio de Educación, luego pasó al Parlamento, donde permaneció entre 1968 y 1978.
En 1978 fue elegido presidente, cargo que ostentó hasta 1983. Volvió al Parlamento durante otros nueve años y fue ministro de Educación.
Desde la segunda mitad de los 90 encabezó la Autoridad de Ladino, el organismo público israelí que se encarga de defender ese legado.
Con su primera esposa, Ofira, tuvieron un hijo propio, Erez, y una hija adoptiva, Naamá.
«Jardín Sefaradí»
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