El acoso al presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, y su entorno, por parte de los ultraconservadores del régimen islámico, fieles al líder supremo, Ali Jamenei, crece al acercarse las elecciones legislativas del próximo 2 de marzo, que pueden llevar a una mayor radicalización del país.
Si los comicios confirman un Parlamento aún más radicalizado, copado por los cercanos a Jamenei, es previsible un golpe de timón en materia económica, política y social, y, sin duda, una política exterior más enconada, si cabe, frente a Occidente, y en especial los dos grandes enemigos de Irán: Estados Unidos e Israel.
Podrían incluso cesar las tímidas insinuaciones del ministro de Relaciones Exteriores, Ali Akbar Salehi, y otros miembros del Gobierno a Occidente, en especial a la Unión Europea, dada la postura beligerante de los más extremistas.
Jamenei, el hombre que controla la política de Irán desde 1981, primero como presidente y desde 1989 como líder supremo, tras la muerte del fundador de la República Islámica, el ayatola Jomeini, tiene un especial desprecio por los occidentales, que muestra sin tapujos.
Los poderosos clérigos chiítas y los mandos militares, en especial los surgidos de la Revolución y la guerra con Irak (1980-1988), saben que la vía de enfrentamiento a Occidente es la del poder.
Por eso, en la cuestión nuclear, las diferencias sobre las condiciones de supervisión de sus instalaciones atómicas con la comunidad internacional pueden ampliarse y propiciar más dudas razonables, en opinión de Occidente, sobre las intenciones de Teherán, lo que agravaría un conflicto ya preocupante.
La Unión Europea y EE. UU intensificaron sus sanciones a Irán por la sospecha de que su programa nuclear puede tener una vertiente armamentista, mientras Washington y Jerusalén amenazan con ataques militares, lo que podría iniciar un conflicto de consecuencias imprevisibles en una región clave para el suministro de energía al mundo.
En cualquier caso, lo insustancial de la campaña electoral en la que la población no muestra interés y el régimen tampoco, al menos de cara al público, pues casi no hay propaganda en las calles ni actos convocados, hace que estos comicios se vean como un combate interno dentro del sistema islámico.
Los seguidores de Jamenei, los principalistas que dominan el Parlamento y defienden las esencias islámicas chiítas del régimen, definen al entorno de Ahmadinejad de desviacionista y de poner en duda la preeminencia religiosa en el sistema, para tratar de descalificarlo.
El presidente y sus seguidores llevaron su precampaña a las provincias y en especial al medio rural, donde pretenden conseguir una sustanciosa representación en los 290 escaños del Parlamento, lo que sería una sorpresa para los principalistas, que esperan copar la Cámara.
Si los avales parlamentarios de Ahmadinejad caen tanto como esperan los seguidores de Jamenei, le quedaría un duro camino hasta las presidenciales de 2013, a las que no se puede presentar tras agotar dos mandatos y en los que tendría pocas posibilidades de colocar a uno de sus fieles.
Quienes lo tendrían más fácil el año que viene para situar en la presidencia a uno de los suyos, con el aval del líder supremo, serían sus rivales, lo que podría llevar al ostracismo, si no a una situación peor, a Ahmadinejad, como ha ocurrido con varios de sus predecesores.
Esta vez, incluso el puesto de presidente correría peligro, pues Jamenei advirtió que, con un cambio constitucional, el país podría pasar del presidencialismo al parlamentarismo, con un primer ministro designado por el Legislativo, mucho más maleable que un presidente elegido por sufragio universal directo, como el actual.
Antes de iniciar un receso hasta pasadas las elecciones, el actual Parlamento, que seguirá vigente hasta junio, convocó a Ahmadinejad a una sesión de preguntas el 5 de marzo, en la que se plantearán supuestas irregularidades económicas y que podría acabar en una moción de censura.
Si la sesión se produce, Ahmadinejad sufrirá la humillación de ser el primer presidente iraní interrogado por la Cámara, que le preguntará, entre otras cosas, sobre el desfalco de 2.600 millones de dólares en bancos públicos, por el que recientemente se inició el juicio a 32 personas y que se ligó a su entorno.
Otro golpe directo al gobernante, que ya vio a decenas de sus leales procesados y entre rejas, fue la confirmación de seis meses de prisión por un tribunal de apelación a Ali Akbar Javanfekr, asesor de prensa de Ahmadinejad y director de la agencia oficial, IRNA, y el periódico gubernamental Irán.
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