En los últimos días de noviembre, los altos mandos militares de Israel llamaron al Pentágono para discutir las evidencias inquietantes que fueron apareciendo en imágenes de satélite: tropas sirias estaban mezclando productos químicos en dos depósitos del país, el mortal gas nervioso sarín, y llenando decenas de bombas de 500 libras que podían ser cargadas en aviones, informó «The New York Times».
Según el diario, en cuestión de horas el presidente Obama fue notificado, y la alarma creció ya que las armas fueron cargadas en vehículos cerca de bases aéreas sirias.
En reuniones de información, funcionarios de la Administración dijeron que si el presidente de Siria, Bashar al-Assad, ordenó que las armas que se utilizarán, estén en el aire en menos de dos horas. Ya era demasiado tarde para que EE.UU actúe.
Lo que siguió después fue un espectáculo notable de cooperación internacional de esos en que EE.UU, países árabes, Rusia y China casi nunca coinciden en un curso de acción común.
La combinación de una advertencia pública de Obama agudamente redactada en mensajes privados enviados al líder sirio a través de Rusia, China, Irak, Turquía y Jordania, detuvo la mezcla y la preparación de bombas químicas. Una semana más tarde, el secretario de Defensa de EE.UU, Leon Panetta, afirmó que los peores temores habían pasado.
Pero la preocupación de que Assad podría ahora utilizar armas producidas en cualquier momento no acabó. Funcionarios estadounidenses y europeos señalaron que mientras que una crisis se evitó, no es ninguna garantía de que ello no vuelva a suceder.
El susto renovó el debate acerca de si Occidente debe ayudar a la oposición siria a destruir a las fuerzas de Al Assad y exigir que el presidente entregue esas armas.
La Administración Obama y otros gobiernos hicieron muy pocos comentarios públicos acerca de los movimientos de armas químicas, en parte debido a su preocupación por poner en peligro las fuentes de Inteligencia sobre las actividades de las fuerzas de Al Assad.
La publicación de esta noticia en el «The New York Times» se basó en entrevistas con más de media docena de militares, de inteligencia y diplomáticos, quienes hablaron bajo condición de anonimato debido a la sensibilidad de los asuntos planteados.
Cómo EE.UU e Israel responderían a un ataque de semejante magnitud sigue siendo un misterio. Funcionarios estadounidenses e israelíes hablaron vagamente de haber desarrollado planes de contingencia en caso de que decidan intervenir en Siria para neutralizar armas químicas, una tarea que según las estimaciones del Pentágono requeriría de 75.000 soldados.
El Ejército de EE.UU envió un grupo de trabajo de más de 150 planificadores y especialistas a Jordania para ayudar a las fuerzas armadas allí a prepararse para la posibilidad de que en Siria pierdan el control de sus armas químicas.
Por su parte, el primer ministro de Israel, Binyamín Netanyahu, viajó en secreto a Jordania y los medios hebreos informaron que el tema de discusión fue cómo hacer frente a las armas sirias en caso de ser transferidas a Líbano, donde Hezbolá podría apoderarse de ellas.
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