Una nueva ola de violencia entre partidarios y opositores al ex presidente Mohamed Mursi sacude a Egipto. Al menos 13 personas murieron en las últimas 24 horas lo que hace temer que el país se hunda en una guerra civil, según informó el diario israelí «The Jerusalem Post».
El rotativo destacó declaraciones de Ahmed al-Maslamani, portavoz del presidente interino, Adly Mansur, según las cuales «Egipto no será una segunda Siria y quien empuje por esa vía sera considerado traidor».
El hecho más preocupante, de acuerdo con el periódico, fue un atentado de gran envergadura cometido contra una comisaría de policía en Mansura, al norte de El Cairo, que causó al menos un muerto y 17 heridos.
Según los primeros elementos de la investigación, se trataría de un trabajo de profesionales que utilizaron una bomba de fuerte intensidad con un detonador a efecto retardado.
Además, en la localidad donde tuvo lugar el atentado se registraron en los últimos días violentos choques entre partidarios y opositores a Mursi que causaron la muerte de tres mujeres que participaban en una manifestación a favor del presidente derrocado.
Adicionalmente, nueve personas murieron cerca de la Universidad de El Cairo, según informó el ministerio de Salud egipcio. Al menos dos de ellas murieron a tiros a manos de un hombre que disparó contra los militantes favorables a Mursi.
También se produjeron breves choques en el mismo sector, donde ardieron unos 15 vehículos. Hace dos días, cuatro personas murieron - tres en la ciudad de Qaliub, en los suburbios del norte de la capital egipcia -, y una en El Cairo, a poca distancia de la Plaza Tahrir.
La situación política parece totalmente bloqueada entre el movimiento de Mursi, los Hermanos Musulmanes, que cuentan con la movilización callejera, y las nuevas autoridades, que siguen organizando imperturbables las instituciones transitorias.
Los partidarios del mandatario derrocado exigen su regreso después de su destitución por parte del Ejército alegando que es el primer presidente egipcio que fue elegido democráticamente.
Por su parte, sus adversarios consideran que Mursi fue descalificado por una gestión favorable únicamente a su propio sector, y agregan que las gigantescas manifestaciones que tuvieron lugar a fines de junio en las que se exigía su renuncia mostraron su pérdida de legitimidad.
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