¿Es la elección de Mohamed Mursi, el candidato de los Hermanos Musulmanes, como presidente de Egipto el principio del fin del tratado de paz de Campo David entre Israel y Egipto?
No tiene que serlo. De hecho, efectivamente podría ser el comienzo de una verdadera paz entre los pueblos israelí y egipcio, en vez de lo que hemos tenido: una paz fría y formal entre Israel y un solo faraón egipcio.
Pero, para que ese sea el caso, ambas partes tendrán que cambiar algunas conductas profundamente arraigadas, y rápidamente.
En primer lugar, prescindamos de algunas tonterías. Se oye un mantra del gobierno de Binyamín Netanyahu en Israel y diversos analistas de la derecha: «Se los dijimos». Es la idea de que de alguna forma, el presidente Barack Obama pudiera haber intervenido para «salvar» al presidente egipcio Hosni Mubarak y que fue sencillamente demasiado ingenuo para hacerlo, y el inevitable resultado es que los Hermanos Musulmanes ha tomado el poder.
Lo siento, ingenuidad es pensar que como para Israel era muy conveniente tener paz con un dictador, Mubarak, en vez de 80 millones de egipcios; que este dictador - o algún otro general - quisiera y pudiera quedarse al frente de Egipto para siempre. Vaya ingenuidad.
En verdad aprecio la ansiedad que Israel siente al ver cómo implota su región. Sin embargo, es también notable que un pueblo para el que la historia del Éxodo de liberación es tan central - y que por tanto tiempo argumentó que la paz ocurrirá solo cuando los árabes se vuelvan democráticos - no haya logrado creer que la narrativa de liberación pudiera tener resonancia algún día con el pueblo de Egipto y ahora proclame que el problema con los árabes es que se están volviendo democráticos. Esto tiene sus raíces.
«En sus relaciones con el poder, judíos en el exilio siempre han preferido alianzas verticales por encima de las horizontals», nota Leon Wieseltier, el académico judío y editor literario de The New Republic. «Ellos siempre prefirieron tener una relación con el rey o el obispo para no tener que comprometerse con la población general, de la cual desconfiaban profundamente; y a menudo tenían razón para sentir esa desconfianza. Israel, como Estado soberano, reprodujo la vieja tradición judía de la alianza vertical, sólo que esta vez con los estados árabes. Pensaron que si tenían una relación con Mubarak o el rey de Jordania, ya tenían todo lo que necesitaban. Sin embargo, el modelo de la alianza vertical sólo tiene sentido con sistemas políticos de tipo autoritario. Tan pronto como se viene abajo el autoritarismo, y empieza un proceso de democratización, el modelo vertical termina y se entra a un periodo de horizontalidad en el cual las opiniones del pueblo - en este caso, árabes comunes - tendrán importancia».
Debido a esto, Israel tendrá que hacer que el hombre de la calle «no sólo le tema, sino también lo entienda. Esto no será fácil, pero pudiera no ser imposible. De cualquier forma, la nostalgia por los dictadores no es una política reflexiva».
No sé si la presente dirigencia palestina pueda ser un socio para una paz segura de dos Estados con Israel, pero sí sé esto: Israel necesita ser más creativo para probar si eso es posible. Esto porque la alternativa es una solución de un solo Estado que será la muerte de Israel como una democracia judía, así como letal para la paz con un Egipto democrático.
¿Y cuáles son las obligaciones de Mursi? No se hagan ilusiones: En su núcleo, los Hermanos Musulmanes abrigan opiniones profundamente antiliberales, antipluralistas y antifeministas. Aspira a encerrarse en el poder y explotar una revolución que no lanzó.
Sencillamente no creo que vaya a ser tan fácil. Irán es el islam político en el poder con petróleo para comprar todas las presiones y contradicciones. Arabia Saudita es el islam político en el poder con petróleo. Egipto será el islam político en el poder sin petróleo. Egipto no puede sobrevivir sin el turismo, la inversión extranjera y ayuda para crear los empleos, escuelas y oportunidades para satisfacer a los jóvenes egipcios que lanzaron esta revolución y muchos otros que la apoyaron pasivamente. Aunado a esto, Estados Unidos no puede, no quiere y no debería darle a los Hermanos Musulmanes el mismo acuerdo que le dio a Mubarak: tan sólo arresta y tortura a los yihadistas que nosotros queremos y pueden tener una paz fría con Israel y nada de constitucionalismo en el ámbito nacional.
Como escribió el analista Hussein Ibish en «Ahora Líbano», con los Hermanos Musulmanes en el poder, ahora es vital para los liberales en Egipto y el extranjero centrarse en garantizar que la nueva Constitución del país sea erigida con base en leyes que contengan «los poderes del gobierno y aseguren protección inviolable y reforzada a los derechos de individuos, minorías y mujeres».
Así que Mursi va a estar bajo intensa presión para seguir el camino de Turquía, no al talibán. ¿Será? No tengo la menor idea. Sin embargo, él debería entender que tiene en su poder una poderosa carta, misma que los israelíes valorarían enormemente: verdadera paz con un Egipto encabezado por los Hermanos Musulmanes, lo cual podría significar paz con el mundo musulmán y un verdadero final al conflicto.
Por supuesto, eso es lo menos probable. ¿Llegaría Mursi a ofrecer eso bajo ciertas condiciones? Una vez más, no lo sé. Tan sólo sé lo siguiente: la era de Mubarak se terminó y, con los conservadores Hermanos Musulmanes dominando Egipto y nacionalistas religiosos dominando la política israelí, ambos modificarán sus conductas para darle legitimidad al Tratado de Campo David para ambos pueblos.
De lo contrario, gradualmente, se volverá insostenible.
Fuente: The New York Times
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