Para Winston Churchill un optimista era aquél que creía que todo tenía arreglo, y un pesimista el que pensaba igual, pero sabía que nadie iba a intentarlo. Woody Allen, por su parte, se declaraba totalmente optimista porque no le parecía muy útil ser otra cosa.
El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define el adjetivo «moderado» como «alguien que se sitúa entre dos extremos», y el sustantivo «moderación» como «ajuste o disminución de lo que se considera excesivo».
Sintetizando, tanto el «optimismo» de Churchill y Allen como la «moderación» de la RAE constituyen expresiones propias de nuestro modo de pensar y sentir sin nunguna obligación de estar relacionadas con el objeto en sí mismo.
Esto es muy importante de tener en cuenta cuando la inmensa mayoría de analistas, expertos y medios de comunicación aseguran que la victoria del candidato «moderado» Hassan Rohani en los recientes comicios presidenciales celebrados en Irán constituye un hecho político «positivo» en ese país, aunque será necesario esperar para saber qué significa en concreto respecto de Occidente.
Con todo, a diferencia de lo ocurrido en 2009, cuando la reelección de Ahmadinejad fue opacada por denuncias de fraude que dieron origen a multitudinarias manifestaciones de protesta salvajemente reprimidas, en esta ocasión las autoridades se apresuraron en confirmar el resultado.
Rohani era considerado el más «reformista» de los candidatos que competían por el cargo. En todo caso, su postulación, como la de los otros cinco aspirantes, fue autorizada por la máxima autoridad, el ayatolá Alí Jamenei, la principal figura político-religiosa del sistema teocrático que gobierna a Irán.
Rohani fue jefe negociador del programa nuclear y secretario del Consejo de Seguridad Nacional, instancia donde se discute la política nuclear y de defensa, lo cual le concede amplio conocimiento del que sin duda será el tema más sensible en el ámbito de la política exterior durante su mandato.
Al mismo tiempo, su postura será también clave para la guerra civil en Siria, donde hasta ahora Teherán es un fuerte apoyo político y militar para el régimen de Assad.
Los iraníes reconocen el poder limitado que tiene y tendrá el nuevo presidente para cumplir muchas de sus promesas de cambio, pero entienden también que el discurso confrontacional de Ahmadinejad aisló al país hasta de sus viejos aliados tradicionales. Es por ello que el compromiso de Rohani de «levantar la imagen de Irán», les da cierto respiro y una confianza que también se ve reflejada en las primeras reacciones de las potencias occidentales.
«La relación entre Irán y Estados Unidos es un tema complejo y difícil. Una historia amarga, llena de desconfianza y animosidad. Como 'moderado', tengo un plan para distender la hostilidad a un estado manejable de tensión... y finalmente alcanzar el punto de respeto mutuo que ambos pueblos se merecen; soy 'optimista' en ello, afirmó Rohani días antes de las elecciones.
Los compromisos de este clérigo chiíta van de lo económico a lo religioso y hasta lo social, tomando en cuenta que en los ocho años de Ahmadinejad el conservadurismo invadió con exceso los más mínimos aspectos de la vida de la nación.
Lo que ocurre hoy en Irán no es nuevo. Desde el triunfo de la revolución islámica, el poder estuvo compartido entre moderados, reformistas, conservadores y extremistas, guiados siempre por la figura del líder supremo.
El regreso de los moderados a la presidencia demuestra la alternancia de poderes en este país, donde Rohani tendrá que hacer frente a un Parlamento conservador que quedó sorprendido por su inesperada victoria.
Una de dos, o Jamenei siente que tiene suficiente control del país al arriesgar un candidato «tibiamente moderado» como Rohani para ganar, o la agitación popular que enfrentó en 2009 y su inmediata represión influyeron de tal forma que decidió esta vez dejar que el pueblo se desahogara «dándole» un presidente con el que él no está del todo satisfecho.
Rohani prometió una mayor transparencia en lo que dice es «el programa de enriquecimiento nuclear pacífico de Irán», por lo que podría reducir la vulnerabilidad del país a la hostilidad internacional. En su discurso de agradecimiento hasta llegó a pronunciar la palabra «Israel» en lugar de «entidad sionista», «enemigo sionista» o cualquier otro término despectivo para definir el Estado judío.
Pero los «optimistas» que se esperanzan con un deshielo radical del régimen deben saber que el «moderado» Rohani mostró durante toda su carrera política que es cualquier cosa menos un reformista nato.