«El mundo musulmán es enorme, hay millones de muchachos y de gente joven. ¿Qué puede sentir una gurisa a la distancia cuando ve esas cosas y siente impotencia y no puede hacer nada? Es muy fácil que germine un sentimiento de odio y de venganza.
«Eso explica cosas que aparecen por aquí y por allá, como la AMIA. Israel tiene todo el derecho de defenderse pero hay un límite de lo aceptable».
Estas polémicas declaraciones del presidente uruguayo, José Mujica, que parecía culpar a Israel del radicalismo islámico, no resonaron en la región. En las últimas semanas, los mandatarios de América Latina adoptaron un duro discurso contra Israel por la ofensiva contra los blancos terroristas de Hamás en la Franja de Gaza. Los muertos se cuentan en ambos bandos: 64 soldados, de un lado; y alrededor de 1.000 yihadistas, del otro.
De acuerdo con las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), la mayoría de los abatidos por sus tropas pertenecían a la secta islámica, a la vez que se desplegaron distintos operativos para proteger a la población civil e incluso se montaron hospitales de campaña para atender a los heridos. Hamás usó a niños y mujeres como escudos humanos y no dudó en ocupar escuelas y centros médicos para esconder misiles, según denunció el Gobierno israelí.
En general, el poder político de la región sólo se concentró en la condena a Israel. Hace dos semanas, durante la cumbre del Mercosur que se realizó en Caracas, los países miembros emitieron un comunicado en el que pedían a Israel el cese del fuego. En un principio, calificaron a Israel de «genocida» en la declaración final del encuentro e instaban a cortar los vínculos comerciales, aunque Argentina y Paraguay reclamaron que se le bajara el tono.
La posición más dura fue la del presidente venezolano, Nicolás Maduro, impulsor de ese apartado. Su Gobierno organizó manifestaciones masivas a favor de Hamás y en contra de Israel. En múltiples ocasiones, asociaciones judías denunciaron el carácter antisemita del mandatario chavista, algo que se repite con Evo Morales, de Bolivia, quien rompió relaciones con Israel tras denominarlo «Estado terrorista».
Países como Argentina, Chile y Brasil, que siempre mantuvieron excelentes lazos con Israel, se sumaron a las críticas. Los dos últimos, junto con Ecuador, Perú y El Salvador retiraron a sus embajadores en Israel como repudio a la ofensiva en Gaza.
«Expresamos profunda decepción por la apresurada decisión de llamar a consulta a su embajadores. Este paso supone un espaldarazo a Hamás, una organización reconocida como terrorista por muchos países del mundo», fue la respuesta israelí.
De hecho, el dirigente de Hamás en Egipto, Mousa Abu Marzouk, celebró esas medidas y manifestó su «gran valoración a estos países por la solidaridad mostrada con el pueblo palestino».
En algunos casos, la posición adoptada por los presidentes latinoamericanos también legitimó manifestaciones antisemitas. En Chile, por ejemplo, se registraron ultrajes contra tumbas en cementerios judíos. En Uruguay, aparecieron miles de pintadas por todo Montevideo.
En Brasil, por los general un país sin problemas de antisemitismo, también hubo escraches contra mutuales judías. «Esto nos está haciendo sentir muy incómodos», afirmó el director de relaciones institucionales de la Confederación Judía de Brasil, Jaime Spitzcovsky. Para el dirigente, la reacción de América Latina con respecto a Gaza fue «absurda».
Sin embargo, resulta paradójico que los mandatarios no se pronunciaron sobre los ciudadanos latinoamericanos que eligieron Israel para vivir, ni manifestado preocupación por lo que experimentan en el día a día en medio de un conflicto latente que se cobra víctimas de a decenas o centenas cada vez que resurge.
Días atrás, Cristina Kirchner alertó en Twitter sobre el peligro que corría el cura argentino Jorge Hernández, quien estaba en Gaza. No dijo nada, en cambio, sobre los decenas de miles de argentinos que se encuentran en distintas localidades israelíes.
Nuestra periodista Silvia Golán, consultada por el medio argentino Infobae, se manifestó «indignada» con la posición de los gobiernos del Mercosur. «Creo que no aprendieron la lección, especialmente Argentina, que tuvo dos atentados sangrientos en su territorio: contra la Embajada de Israel en 1992 y contra la AMIA en 1994», aseguró.
Golán, directora de las secciones «Diplomacia, «Sociedad» y «Arte y Cultura» de Israel en línea, sostuvo que los gobiernos latinoamericanos «no piensan realmente cuál es el conflicto. No tienen en cuenta a los ciudadanos provenientes de sus países, especialmente los que viven cerca de la Franja de Gaza que desde hace 14 años sufren continuos ataques», criticó y añadió que esa posición ayuda a Hamás, que aprovecha para recaudar más fondos y «seguir con sus propósitos de guerra en vez de dar prosperidad a su pueblo».
Un artículo publicado la semana pasada en el periódico británico «The Guardian» advirtió que también en Europa el antisemitismo se disparó a partir del resurgimiento del conflicto en Gaza. Ocho sinagogas fueron atacadas en Francia, mientras que aparecieron pintadas en un supermercado kosher que decían «Muerte a los judíos» y hubo una marcha antisemita en París.
En Alemania, una bomba molotov fue arrojada contra otro templo en Wuppertal, a la vez que el iman de Berlín, Abu Bilal Ismail, llamó a Alá «a destruir a los judíos sionistas uno por uno».
En Hamburgo, aparecieron referencias al Holocausto, como una pintada que decía: «Hamás, lleven a los judíos a las cámaras de gas».
Para el presidente del Consejo Central de Judíos en Alemania, Dieter Graumann, estos «son los peores tiempos desde la época del nazismo».
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