El pasado jueves 12 de junio por la noche, parece haberse cruzado otra línea roja en las conflictivas reglas de juego entre Israel y los palestinos. Por primera vez, en lo que estos últimos presentan como una lucha para recuperar a sus presos de cárceles israelíes, fueron secuestrados tres jovencitos, dos de ellos adolescentes de 16 años y el tercero de 19, al parecer cuando se hallaban en camino de la «yeshivá» (instituto de estudios religiosos superiores) en la que son alumnos, hacia sus respectivas casas.
El secuestro fue cerca del cruce carretero de Gush Etzión, al sur de Belén, cerca de Jerusalén, en Cisjordania. Dos de los chicos viven en el centro de Israel y el tercero en un asentamiento cercano a Ramallah.
La práctica del secuestro no es nueva. Secuestros ya hubo varios y no comenzaron con el muy conocido caso del soldado Guilad Shalit, que estuvo cinco años cautivo en manos de Hamás en la Franja de Gaza y volvió vivo a su hogar. Casi siempre, fueron acciones contra soldados, que en la enorme mayoría de los casos, fueron asesinados apenas se les raptó o poco después. También hubo secuestros de civiles, nunca tan jóvenes. El último que volvió con vida fue en el 2003.
El año pasado fueron aproximadamente 40 los intentos de secuestro de soldados y civiles de diferentes edades, por parte de diferentes organizaciones terroristas. En lo que va de este año, han sido casi 20 los intentos, frustrados a tiempo por las fuerzas de seguridad - a veces en base a información proporcionada por los propios servicios de seguridad palestinos - o por la alerta de las víctimas potenciales que lograron huir antes de lo peor.
El éxito de Hamás en lograr la liberación de 1027 presos palestinos a cambio de Guilad Shalit, en octubre del 2011, quedó grabado en la memoria nacional palestina como un hito a ser imitado, como una victoria. Y en la dinámica interna palestina, el secuestro de israelíes es un arma legítima para excarcelar a los presos. Mientras la huelga de hambre de numerosos prisioneros está por entrar en su tercer mes, el trasfondo de reivindicaciones al respecto, de parte palestina, no hace más que cobrar fuerza.
Sin olvidar lo que puede sentir una familia palestina cualquiera cuyo padre o hijo está preso, tampoco podemos pasar por alto algunas aclaraciones al respecto.
Los presos palestinos no son presos políticos encarcelados por sus ideas, sino por su rol en atentados. Si bien es más que legítimo discutir el procedimiento de la así llamada «detención administrativa» - sin juicio ordenado - que detonó la mencionada huelga de hambre, es oportuno recordar que nadie es condenado por sus ideas sino por sus acciones. Y la enorme mayoría no son presos «administrativos» sino que fueron condenados y sentenciados tras un juicio formal.
Y los presos más emblemáticos, cuya liberación exigen Hamás y otros grupos con especial insistencia, son responsables, cada uno de ellos, de la muerte de decenas de civiles israelíes - hombres, mujeres y niños - en cruentos atentados en cafés, autobuses y otros lugares públicos.
Es importante recordarlo cuando hay quien da a entender que los palestinos no tienen «más remedio» que recurrir a prácticas supuestamente «desesperadas» para recuperar a sus presos.
También es relevante recordar que no pocos de los liberados en el marco de intercambios entre Israel y los palestinos, vuelven al terrorismo. Hoy en día, según estiman los servicios de seguridad en Israel, las instrucciones claves a las células de Hamás que intentan operar en Cisjordania - donde les es más difícil, por la presencia cercana de Israel y por la coordinación de seguridad entre Israel y la Autoridad Palestina - llegan de Gaza, de las figuras que recuperaron su libertad en el 2011 con la liberación de Shalit, a los que Israel no permitió volver a Cisjordania.
Varios de los atentados cometidos por quienes hoy están encarcelados en Israel, fueron en años del proceso de paz, de negociaciones. Y si bien está claro que el estancamiento en las negociaciones no hace bien a nadie, difícilmente se puede atribuir el secuestro de los tres jovencitos, como alega Fares Qadura de Al Fatah, a la interrupción de las tratativas. Hamás ha desplegado siempre denodados esfuerzos por arruinar intentos de acercamiento entre las partes, condenando negociaciones como opción de relacionamiento con Israel.
Es un error clave, de fondo, presentar las acciones de los terroristas como actos de pobres desesperados. Son actos motivados por el odio, la intransigencia y la oposición a la existencia misma de Israel, no a tales o cuales fronteras ni a tal o cual gobierno de turno. Los atentados fueron cometidos también cuando en el poder había gobiernos declaradamente favorables a retiradas y concesiones territoriales.
El propio Hamás no lo oculta, ni siquiera cuando la Autoridad Palestina alega que el nuevo gobierno de unidad recién formado, defenderá la opción de la paz.
Husam Badrán, uno de los voceros de Hamás en Gaza, exhortó a través de Facebook a los palestinos en Cisjordania a lanzar una nueva Intifada. Al mismo tiempo, fue difundido un video en el que al son de estallidos y disparos constantes de fondo, inclusive con leyendas en hebreo, se exhorta a intensificar los ataques contra Israel. Se marca la ubicación de los asentamientos como blanco especial, pero también se destaca los disparos de cohetes desde Gaza hacia todo el sur de Israel. Y el «broche de oro», un hombre con uniforme tipo camuflage, aparece haciendo el saludo nazi con el brazo estirado.
Pero el problema de fondo, a nuestro criterio, va más allá de la actitud de las organizaciones terroristas. El problema es que cuando se confirmaron las informaciones sobre el secuestro de tres jovencitos, estudiantes en la Universidad de Bir Zeit repartieron dulces y caramelos en señal de festejo. También lo hicieron civiles comunes en la Franja de Gaza, la misma Gaza de la cual el Ejército israelí se retiró en setiembre del 2005 y en la cual no hay desde entonces ni un soldado israelí, lo cual no puso fin a los disparos de cohetes, sino que al contrario, los intensificó. En lo que va del año, más de 200 cohetes fueron disparados desde esa Gaza hacia Israel. También en la noche del domingo, cuatro fueron lanzados hacia la ciudad israelí de Ashkelón. Dos de ellos fueron interceptados por la batería antimisiles «Cúpula de hierro».
«Enviamos nuestras felicitaciones a los osados combatientes de Hebrón», fue uno de los comentarios que un palestino de Gaza colocó en las redes sociales.
Recientemente, Emily Davies del periódico británico «The Daily Mail» publicó una nota sobre un campamento de verano para niños palestinos de entre 6 y 16 años en la Franja de Gaza, en el que los entrenan para combate, secuestros y atentados. No podemos reproducir las fotos que allí aparecen, ya que no nos pertenecen, pero es posible encontrar la nota fácilmente en la web escribiendo «Gaza summer camp-Daily Mail» o combinaciones similares.
Que Hamás quiera reclutar a esos 10.000 niños a lo que la autora de la nota llama «campamento siniestro», no debe sorprendernos. Pero que haya padres dispuestos a enviarlos, sí, claro que sí. Se ve a los niños con armas, algunas más grandes que ellos mismos, pasando debajo de alambre de púa, saltando sobre el fuego y disparando. Visten uniformes negros con el slogan del campamento, en árabe, y un logo con dos puños, dos rifles y un mapa de la Franja de Gaza. Al entrenamiento físico se agregan clases de islam.
Y a todo esto se suma una nota muy actual, inspirada en el Mundial de fútbol en Brasil.
Basándose en el conocido logo del mundial, el periódico Al Hayyat al Jadida, órgano de la Autoridad Palestina, publicó una caricatura que celebra el secuestro de los tres jovencitos israelíes, mostrando a una especie de trofeo formado por tres manos que sostienen a tres personas que levantan sus brazos en señal de rendición. En lugar de la palabra «Brasil» que está en el logo de la Copa del Mundo, aparece la palabra «Khalil», que significa Hebrón, donde fue planeado el secuestro y cerca de la cual fue perpetrado.
Las palabras que lo expliquen, creemos, están de más.
Fuente: Montevideo Portal