¿Quién lidera a los Hermanos Musulmanes de Egipto? ¿Cuál es el nombre exacto del líder del partido Al-Nahda de Túnez? ¿Quién dirige el Movimiento Islámico de Marruecos? Podría esperarse que estos nombres fueran de público conocimiento en un país preocupado por el "dominio islamista" de Oriente Medio, y temeroso de que el tratado de paz entre Israel y Egipto colapse .
Pero, ¿por qué preocuparse por conocer los nuevos nombres de nuestros rivales cuando resulta más conveniente, fácil y, sobre todo, más peligroso hablar del "Islam"? Cuando una amenaza tiene un nombre colectivo, quita el peso de la responsabilidad de los hombros de Israel por las malas relaciones con los países árabes y sus futuros regímenes.
Un enemigo colectivo coloca a Israel en una buena posición - en el mismo lugar que Occidente. De repente, Israel halla consuelo, porque "el Islam marroquí" victorioso en las elecciones parlamentarias no es igual que el "el Islam de los Hermanos Musulmanes" y está más cerca del "Islam turco", que se ha convertido en "buen Islam" luego de ser, durante un breve tiempo, "el Islam del radical primer ministro turco Erdogán".
El aumento de la fuerza política de los partidos que cuentan con una plataforma religiosa no debería ser una sorpresa. Antes de las revoluciones, las constituciones de la mayoría de los países árabes establecían su condición de estados en los que la ley religiosa era la principal fuente de legislación. Cuando el estilo de vida de la mayoría está basado, entre otras cosas, en elementos religiosos, es lógico que parte del gobierno termine cayendo en poder de los partidos religiosos.
Alguien para quien esta ecuación no resulte del todo clara, puede sustituir las palabras "los países árabes" con el término "Estado de Israel", donde los partidos religiosos no sólo determinan la forma de vida sino también la política exterior.
El estilo de vida de los ciudadanos en los países árabes no le interesa a Israel. Ni tampoco la democracia árabe que podría emerger de los regímenes religiosos. Israel prefiere cortar la conexión entre los ciudadanos musulmanes y las políticas exteriores de sus países. Así lo hizo durante décadas en sus relaciones con Jordania, Egipto y los palestinos.
La paz, en su versión israelí, se hace con líderes, preferentemente autocráticos, y no con pueblos. Los líderes, según se cree, forzarán a su pueblo a amar a Israel. Esto explica el asombro, la ira y la frustración por la paz fría con Egipto y Jordania. Cuando Hosni Mubarak y el rey Hussein estaban en el poder, no era posible acusar al "Islam" por el congelamiento de la paz. Los intelectuales de izquierda no son musulmanes radicales, ni mucho menos. Tomemos en cuenta el caso de escritores egipcios como Alaa al-Aswany (autor de "El edificio Yacobián") o Sun Allah Ibrahim, quien se negó a aceptar un premio del ministro de Cultura egipcio, porque un país corrupto, que tiene relaciones con Israel, el ocupante, no tiene derecho de otorgar premios culturales. Los sindicatos de periodistas, los escritores y directores de cine de Egipto y Jordania han boicoteado a Israel y siguen haciéndolo todavía, no porque sus miembros sean religiosos (la mayoría de ellos son liberales), sino debido a la política israelí en Jerusalén y los territorios.
También durante la revolución de la plaza Tahrir, cuando Israel estaba casi completamente ausente del diálogo público, religioso y secular en Egipto, hubo algunos de entre los "jóvenes de la revolución", la generación de Facebook y los internautas, que consideraron que el acuerdo sobre el gas que Mubarak había firmado con Israel constituía un delito de corrupción por el que debía ser condenado. Se mostraban puntillosos acerca de la preservación de la paz fría y de su utilización como un medio para construir una pared divisoria entre el régimen y ellos mismos. Si Israel quiere "calentar" la paz, declaraban ellos, tendrá que pagar el precio en moneda palestina. No se trataba de una demanda "islamista".
Aunque resulte difícil de creer, los que hacían tal exigencia eran completamente laicos.
Es un precio que Israel no estaba dispuesto a pagar - aún no lo está. Entre una paz cálida con Egipto y la construcción de viviendas en Har Homá o el asentamiento ilegal de Migrón, los asentamientos han resultado ganadores. Es mejor una paz fría, con un acuerdo sobre gas y petróleo, y un mediador con Hamás, que una paz cálida, mucho más cara.
Así, como antes de la caída de Mubarak, Israel se basa en la ayuda estadounidense a Egipto como garantía de la continuidad del tratado de paz y de la cantidad apropiada de frío.
Como de costumbre, Israel está preparando al socio no-egipcio. Ese socio será un islamista, radical y antisemita, que no entenderá la doctrina del guiño empleada por Mubarak. Gracias a este no-socio, la paz terminará derrumbándose. Después de todo, el mundo entiende lo que es una amenaza islamista.
Fuente: Haaretz - 8.12.11
Traducción: www.israelenlinea.com