Me llamaba Esther Klin. A mis 49 años y recién separada, me dispuse a iniciar una nueva vida. Para ello fui a la Bolsa de Trabajo de AMIA. No pude concretar mis deseos.
Me llamaba Silvana Alguea y tenía sueños como los tuyos, sí, igualitos a los tuyos. Veintiocho años, una hija de ocho meses, mi pasión por River y mis deseos de cambiar al mundo; por ello mi actividad en el servicio social de AMIA.
Me llamaba Emiliano Brikman y fui a buscar trabajo. Amaba a mis tres hermanitas a quienes consentía y defendía siempre. A los 20 años quería labrarme un porvenir.
Me llamaba Marisa Said. Me decían «la sonrisa de la AMIA». A mis 22 años era la recepcionista en aquél fatídico día.
Me llamaba Cynthia Verónica Goldenberg y quería ser sicóloga. Me encantaba escribir. Los chicos eran mi pasión y disfrutaba de la vida a mis 20 años. Trabajaba para la DAIA en el edificio de la tragedia.
Me llamaba Diego de Pirro y Hebraica era parte de mi vida. Poco faltaba para que me recibiera de Contador y planeaba un futuro con mi novia. Vivía frente a la AMIA. Me encontraba desayunando a las 09:53 hs. de un 18 de julio.
Me llamaba… Me llamaba… Me llamaba… 85 veces me llamaba.
Deseo que me escuches, que prestes atención a mi dolor y a mi llanto. Que entiendas que desde el 18 de julio de 1994, todos los años me vuelven a matar. Que mientras la justicia no encuentre a los asesinos, nosotros, los muertos, no podremos descansar en paz.
Sé que hacés todo lo posible año a año, pero no alcanza. Y me siguen matando. Y el dolor se hace cada vez más profundo. 19 veces ya me han matado. 19 veces he visto volar la AMIA, la tuya, la mía, la de todos.
No permitas que los mezquinos intereses de un gobierno oculten a los culpables. No permitas que me vuelvan a matar. Que este 18 de Julio de 2013 a las 09:53 hs. sea mi última muerte. Así podré estar en tranquilidad con mi conciencia.
No quiero escuchar más discursos vacíos de contenido, promesas vanas, palabras de los Judas mezclados en nuestro seno. No quiero negociaciones con países terroristas que amparan a los delincuentes que perpetraron este bárbaro atentado.
Quiero sentir que viví y morí en un país que vale la pena. Quiero saber que mis gobernantes trabajan para nosotros, para vos, para mí, para el pueblo. Quiero sentir que la JUSTICIA ES JUSTICIA, con mayúsculas.
Seguí reclamando, con más fuerza, con más vehemencia; que tu grito sea el nuestro. No permitas que la impunidad extienda su manto. Seguí ejercitando la memoria, único sostén moral para nuestras futuras generaciones. Seguí siendo nuestras 85 voces. Y que nadie, absolutamente nadie, te arrebate las legítimas banderas.
No me dejes morir por vigésima vez. Estoy cansado ya. De vos depende.
* Gracias a ?«Estamos Presentes» por los datos de algunas de las víctimas en las cuales representamos a todos los muertos en la tragedia de la AMIA.