El 30 de junio de este año, el Tribunal Especial para el Líbano, creado por las Naciones Unidas para investigar el asesinato del ex primer ministro libanés Rafic Hariri en febrero de 2005, entregó su acta de acusación al procurador general de Líbano, Said Mirza, así como las órdenes de detención para cuatro altos oficiales del Hezbolá.
Si bien el Tribunal no publicó los nombres de los acusados éstos pronto trascendieron a la prensa y el Secretario General de Hezbolá, Hassan Nasrallah, admitió en un discurso del 2 de julio que ellos pertenecen a su organización.
Frente al desafío planteado por las implicancias de la acusación, el gobierno trató de responder con una declaración ambivalente. Por un lado, manifestó su respeto al Tribunal y su compromiso con la justicia y por otro, expresó su deseo de actuar de manera que "no afecte negativamente la estabilidad, unidad y seguridad pública de Líbano". O sea que para hacer justicia está dispuesto a detener a los jefes de Hezbolá y para mantener la estabilidad en el país asegura que no va a detenerlos.
Como era previsible el Frente del 14 de marzo, encabezado por Saad Hariri, el hijo del líder asesinado, rechazó esta posición que difícilmente puede ser tomada en serio y reclamó que los acusados por el Tribunal Internacional vayan a la cárcel.
El ataque al gobierno no solo se centró en Hezbolá y sus aliados, sino que tuvo como blanco al primer ministro en persona. La prensa opositora tampoco fue nada condescendiente con él. Michael Young, el influyente columnista del "Daily Star" (7.7.11) tituló un artículo "Najib Mikati, nuestro muerto que camina". El diario "Al Mustaqbal" (5.7.11) escribió: "Es asombroso que Vd. haya dado un golpe contra sí mismo, contra la historia, contra su medio social y contra la gente que lo votó para el Parlamento, para convertirse en un vocero de Hezbolá haciéndose eco de sus ataques contra Saad Hariri y las fuerzas del 14 de Marzo".
En un artículo bastante escéptico y poco optimista, el Dr.Joseph Kreiker, un colaborador del diario francófono "L'Orient le Jour" se pregunta: ¿Será Mikati nuestro Heracles? o sea ¿será el hombre capaz de limpiar los sucios establos de Augias de la política libanesa?. Kreiker sostiene que "Líbano oscila entre una democracia con el revólver en la sien y una democracia consensuada, renga, con connotaciones familiares, feudal y a veces curiosamente mayoritaria" y reclama que se ponga fin de una vez por todas con la tradición de asesinatos políticos en el país. "Desde 1949, la fecha del asesinato de Riad el Solh, hasta 2005, la fecha del asesinato de Hariri y del comienzo de una carnicería política alucinante sin precedentes en la historia de Líbano en la que hubo más de 50 víctimas. Ya es hora de detener esta máquina infernal. Sólo una justicia imparcial y el coraje pueden protegernos, detener la mano de los criminales y traer la verdad y la paz a la sociedad libanesa".
Lamentablemente estas aspiraciones justicieras siguen chocando con la realidad política. Las declaraciones de Hassan Nasrallah respecto al reclamo del Tribunal Internacional de detención de sus secuaces, merece figurar en una antología internacional de la infamia: "No los van a encontrar ni arrestar ni en 30 ni en 60 días, ni en un año, ni en dos, ni en 30 ni en 300".
Sin duda, no es la primera ni probablemente la última vez que Nasrallah pone en claro que como su partido es la fuerza armada más poderosa del país, él impone la ley.
Todas las resoluciones libanesas e internacionales exigiendo el desarme de Hezbolá han sido sistemáticamente desoídas. Amparándose en el mito de la resistencia contra los "invasores israelíes" que curiosamente ya no están en ninguna parte de Líbano desde el año 2000, Hezbolá ha decidido proteger a los libaneses a pesar suyo.
Hezbolá ni siquiera oculta que su rearme convierte en un mal chiste la soberanía libanesa. Ibrahim Al-Amin, un miembro del cuerpo editorial de "Al Akbar", un diario cercano a Hezbolá, hace esta amable confesión (28.6.11): "Los chiítas han abierto sus hogares, sus negocios, sus escuelas, sus fábricas y sus oficinas para almacenar tantos misiles como sea posible. La resistencia no tiene problemas para encontrar sitios en los que pueda construir su fuerza. La gente quiere que esos misiles estén dirigidos contra Israel, sea como medio disuasivo, para impedir nuevas agresiones, para protegerse en caso de conflicto o para ayudar a Siria y los palestinos".
"Los chiítas como secta no consideran que utilizar armas contra enemigos locales sea un crimen, sino una necesidad dictada por las circunstancias. Ellos creen que deben luchar contra aquellos que se oponen a que tengan armas del mismo modo en que luchan contra Israel".
En una amplia cobertura de la "Primavera Árabe" (16.7.11) el "Economist" de Londres publicó una visión crítica muy compartible de la actual situación en el Oriente Medio.
"Centenares de miles se reúnen en la plaza principal de una capital árabe en un sorprendente acto de desafío. El gobierno, cae en desgracia. La oposición toma el poder y desaparecen figuras odiadas del régimen derrocado. Los exiliados vuelven y los prisioneros son liberados. Se habla de una total ruptura con el pasado.
"Pero esto no es Egipto ni Túnez, donde las masas hicieron caer a Hosni Mubarak y Zine el Abidine Ben Ali, sino Líbano en 2005. Seis años después, las fuerzas que triunfaron en lo que se llamó la Revolución de los Cedros están en franco retroceso. Los males crónicos de Líbano siguen persistiendo: el sectarismo, la corrupción, la inseguridad derivada de un estado central débil, la intromisión extranjera y las milicias partidarias armadas".