En lugar de una dirigencia israelí capaz de conducir disciplinadamente su política de ambigüedad, lo que tenemos es un estado de cosas cada vez más desenfrenado. Todo el mundo sospecha de los demás y aquella nube de ambigüedad necesaria termina evaporándose.
Primer hecho: Ni Occidente ni Israel pueden aceptar un Irán con capacidad nuclear. Un Irán nuclear daría como resultado un Oriente Medio nuclear; amenazaría las fuentes de energía de Occidente; paralizaría de miedo a Israel; haría que Turquía, Arabia Saudita y Egipto desarrollaran capacidad nuclear, provocando el colapso del orden mundial. Un Irán con poder nuclear haría de nuestras vidas un infierno.
Segundo hecho: Ni Occidente ni Israel necesitan hoy reaccionar militarmente en contra de la nuclearización de Irán. Un ataque militar desencadenaría una desastrosa guerra regional que habría de costar la vida de miles de israelíes; convertiría a Irán en una gran potencia vengativa dedicada a santificar su eterna guerra contra el Estado judío, y provocaría una crisis financiera mundial, aislando completamente a Israel de la sociedad de naciones.
Tercer hecho: Como consecuencia de una profunda comprensión de estos dos hechos básicos, Occidente e Israel han desarrollado una estrategia conjunta que bien podría caracterizarse como tercera vía. Esta tercera vía tiene dos dimensiones: actividades y sanciones económicas (secretas). Sorprendente incluso para aquellos que han formulado esta estrategia, la tercera vía está dando resultado. Si bien no elimina la amenaza iraní, la está postergando y debilitando. Gran Bretaña, Francia e Israel, trabajando mancomunadamente, encabezan esos esfuerzos. Estados Unidos también está colaborando. Alemania e Italia van a la zaga. Pero lo más importante es que el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, se encuentra bajo presión. La apacible calma de Occidente e Israel no es lo que parece.
Cuarto hecho: Un elemento clave de la tercera vía es la amenaza de un ataque militar contra Irán. Esta amenaza es crucial para amedrentar a los iraníes y para incitar a estadounidenses y a europeos por igual. Igual incitación provoca sobre los chinos y los rusos. Israel no debe comportarse como un país alienado. Más bien debe generar temor ante la posibilidad de actuar descontroladamente en caso de verse acorralada. Para asegurar que Israel no esté obligado a bombardear Irán, debe ser capaz de mantener en todo momento la impresión de que efectivamente está a punto de hacerlo.
Quinto hecho: Para que sea factible implementar una sofisticada estrategia en lo relativo a Irán, debe haber plena confianza entre la dirigencia política y la de seguridad en Israel. Pero tal tipo de confianza no existe. Por eso, cuando los líderes de este país se deciden a dar ciertos pasos terminan provocando el pánico entre sus subordinados. En ocasiones, a los subordinados les parece que sus líderes se han vuelto completamente locos. Aquello que asusta a los iraníes, estadounidenses y europeos también asusta a los israelíes. En lugar de una sabia dirigencia política israelí capaz de conducir disciplinadamente su política de ambigüedad, lo que tenemos es un estado de cosas cada vez más desenfrenado. Todo el mundo sospecha de los demás y aquella nube de ambigüedad necesaria termina evaporándose.
Sexto hecho: Ni el ex Jefe de Estado Mayor, Gabi Ashkenazi, ni el ex jefe del Mossad, Meir Dagán, ni tampoco el ex jefe de Shin Bet, Yuval Diskin, fueron capaces de dirigir acciones concretas destinadas a contener la imprudente temeridad de Israel en los últimos dos años. Quien supo implementarlas fue el Ministro de Asuntos Estratégicos, Moshe Yaalón. Y el mismo Yaalón ahora está tranquilo. Y si Yaalón está tranquilo quiere decir que los ciudadanos israelíes pueden estar tranquilos también. No existe peligro inmediato en momentos en que el primer ministro Binyamín Netanyahu tiene intención de actuar como Sansón en Irán. El hecho es que el premier - al menos por ahora - está comportándose con seriedad y prudencia frente a los iraníes. Sería bueno si adoptara una actitud similar hacia palestinos e israelíes.
Séptimo hecho: El éxito es parcial, relativo y temporal. Es cierto: Irán no llegó a ocupar en 2011 aquel lugar donde había planeado estar hoy; sin embargo, en 2011 Irán mantiene una posición que no se suponía que llegaría a conseguir. Por lo tanto, el dilema todavía nos inquieta, y la discusión de ese dilema debe estar a cargo de mentes preclaras y de buen juicio. Cualquiera sea la forma que se adopte, la decisión final sobre la nuclearización de Irán habrá de ser la decisión más importante de nuestra generación.
Octavo y último hecho: Lo que resulta realmente inquietante acerca de Irán no es aquello que se preocupa por ocultar sino lo que muestra sin ningún problema. No queda claro por qué Occidente ha fracasado hasta ahora en la imposición de sanciones draconianas contra Teherán, destinadas a provocar la caída del régimen. No está del todo claro por qué Israel no se ocupa plenamente de la preparación de todos sus sistemas pensando en esa hora de la verdad que, si bien se ha retrasado, ciertamente habrá de llegar. La verdadera falla del liderazgo de Estados Unidos, Europa e Israel no tiene que ver con sus operaciones secretas: es relativa a su inacción en el ámbito abierto de los espacios políticos y diplomáticos.
Fuente: Haaretz - 19.6.11
Traducción: www.argentina.co.il