La guerra civil en Siria parece un conflicto de nunca acabar. Durante los últimos dos años, el mundo ha visto como esta sangrienta conflagración se ha venido incrementando.
Entre la oposición de Rusia y China a cualquier tipo de intervención internacional más la falta de voluntad política de la Casa Blanca para involucrarse, la contienda se ha prolongado y el dictador sirio, Bashar al-Assad, ha logrado mantenerse en el poder.
En los últimos días los enfrentamientos se han suscitado en dos de las fronteras más importantes de Siria, la regionalización del conflicto es muy peligrosa puesto que puede terminar de desestabilizar Oriente Medio.
El Gobierno de Damasco acaba de ganar una batalla muy significativa en Al Qusayr. A 10 kilómetros al oeste de la frontera con Líbano, en la provincia de Homs, Al Qusayr es un punto estratégico para el Gobierno sirio dado que conecta la costa y Damasco.
También es un punto clave en la ruta de suministro que la agrupación terrorista libanesa Hezbolá usa para transportar armamento y tropas que colaboran con el Gobierno en operaciones militares.
El involucramiento de Hezbolá ha enfurecido a los rebeldes sirios quienes se declararon dispuestos a llevar su lucha contra la organización terrorista dentro de Líbano, lo cual puede llegar a tener efectos muy negativos sobre el ya débil sistema gubernamental en Beirut.
El 6 de junio los rebeldes tomaron brevemente el paso fronterizo que conecta a Siria con Israel, los enfrentamientos nunca antes se habían acercado tanto a los Altos del Golán. La situación se hizo aún más preocupante para el Estado judío puesto que el Gobierno sirio emprendió una campaña muy efectiva gracias a la cual recuperó el control sobre el cruce.
Como resultado, la Misión Interina de la ONU en Líbano (Unifil) que tiene alrededor de 1.000 cascos azules patrullando la zona se ha visto en peligro de desintegrarse puesto que los Estados que han contribuido con esas tropas no quieren tener fatalidades si es que Hezbolá y/o el Gobierno de Siria deciden atacar Israel.
Austria acaba de ordenar el repliegue de sus soldados. La retirada de la fuerza de la ONU podría convertir la frontera más estable de Israel en una tierra de nadie, donde los terroristas serían libres para maniobrar y planear, lo cual puede empujar al Gobierno de Jerusalén a verse obligado a involucrarse en un conflicto a pesar de manifestar su posición en contra de ello.
Si bien es cierto que Israel quiere evitar a toda costa jugar un rol activo en el lo que está sucediendo, no va a dudar en defender su interés nacional si es que llega a confirmer que Hezbolá está recibiendo armas químicas de Assad o si la seguridad de sus ciudadanos se ve amenazada.
Los sucesos de los últimos días han probado que el Gobierno sirio está consolidado en el poder y que el apoyo que está recibiendo de Irán, Hezbolá y Rusia lo pueden mantener allí por un tiempo indefinido.
Los rebeldes se encuentran en un punto crítico, las recientes derrotas han dejado a la oposición debilitada y con la moral baja. Si es que Estados Unidos y sus aliados quieren poner fin al conflicto, deben pensar en armar seriamente a los insurgentes.
Sin embargo para que esto suceda, los rebeldes tienen que organizarse políticamente y comenzar a diseñar el futuro de Siria tras la caída de Assad. Es entendible que Obama se resista a proporcionar armas o apoyo aéreo en la ausencia de una estrategia a largo plazo.
Por ahora Assad no tiene interés alguno en solucionar de manera pacífica el levantamiento, porque apesar de los 90.000 muertos y los millones de refugiados, lo está derrotando.