El próximo 3 de junio, el mundo conmemorará el 50º aniversario de la pérdida de un hombre extraordinario: Angelo Giuseppe Roncalli, más conocido como el Papa Juan XXIII.
Es increíble que el público israelí sepa tan poco de él, ya que fue uno de los grandes amigos del pueblo hebreo.
En lo años ’40, cuando era delegado apostólico del Vaticano en Estambul, el cardenal Roncalli se arriesgó para salvar el mayor número posible de judíos del exterminio nazi. Llevó a cabo acciones extraordinarias para el tiempo y el contexto en el que vivía, para ayudar a los judíos, entonces perseguidos.
Entre estas acciones recordamos la emisión de «certificados de inmigración» a Palestina a través del correo diplomático del Vaticano. Intervino también abiertamente a favor de los judíos eslovacos y búlgaros. Y si sólo hubiera hecho esto, en hebreo se diría: «Dayenu», es decir: eso nos habría bastado.
En febrero de 2011, la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, una ONG internacional, que tuve el honor de fundar junto al difunto diputado estadounidense Tom Lantos, presentó en el museo Yad Vashem, en Jerusalé, un voluminoso dossier de documentos y pruebas tangibles de los actos de salvación llevados a cabo por Roncalli durante la Shoá. La FIRW acompañó la documentación con una fuerte recomendación de que Roncalli fuese reconocido como Justo entre las Naciones. Nuestra petición está todavía sin respuesta.
Después de la guerra, el cardenal Roncalli dio otra gran contribución al socorro del pueblo judío, cuando era nuncio apostólico en París. Esto me lo contó el ya fallecido Moshé Tov, uno de los fundadores de la diplomacia israelí, y después Yair Tzabán, que no necesita presentación.
Siendo joven, Tzabán fue el secretario personal del Dr. Moshé Sneh, conocido líder del yishuv hebreo, que era responsable del departamento político de la Agencia Hebrea en Europa, en 1947.
Fue Moshé Sneh el que contó a Tzabán la ayuda que había recibido de Roncalli. Moshé Shertok (Sharet), el superior de Sneh. manifestó su preocupación con respecto al voto de los países latinoamericanos en la inminente Asamble General de la ONU sobre el plan de partición de Palestina. Temía la influencia que la Santa Sede podía tener sobre esos países, induciéndoles a votar contra el plan.
Shertok se puso en contacto con el Dr. Sneh y le dio instrucciones para convencer al Vaticano a no hacer objeciones sobre las preferencias de los votos de los países de América Latina.
Sucedió que el «sacerdote judío», Alex Glasberg, un buen amigo - nombrado Justo entre las Naciones en 2004 por sus acciones salvadoras durante la Shoá - puso a Sneh en contacto con monseñor Roncalli. Este, a su vez, organizó para Sneh una audiencia con el entonces secretario del Estado Vaticano, el cardenal Domenico Tardini. El encuentro se celebró el 3 de octubre con un resultado positivo para el Dr. Sneh.
La mayor parte de los países latinoamericanos votó a favor de la moción, con la sola abstención de Cuba. Angelo Roncalli salió satisfecho. Si sólo hubiese hecho eso, diríamos «Dayenu».
Al cardenal Roncalli se le conoce mejor como Papa Juan XXIII.
Este estableció un diálogo ecuménico respetuoso entre católicos y hebreos por medio del Decretum de Judaeis (decreto sobre los hebreos), que fue redactado por el Concilio Vaticano II, en 1962. El borrador dice abiertamente: «…los errores realizados contra los judíos en el pasado y en el presente. Quien desprecia o persigue a este pueblo hace daño a la Iglesia Católica».
El Papa Juan XXIII fue más allá, y con un gesto sin precedentes, ordenó suprimir de la oración del Viernes Santo la frase despreciativa que calificaba a los judíos como «pérfidos».
Si hubiese hecho sólo esto, hubiéramos dicho «Dayenu».
Este 29 de abril estuve en Jerusalén donde participé el en «Congreso Internacional - Homenaje a la memoria del Papa Juan XXIII, la Shoá, los judíos y el Estado de Israel» y presidí la sesión y el debate «Roncalli y la creación del Estado de Israel». Esto me llenó de emoción. (Ver fotos)
Hace algunas semanas, me enteré que el ayuntamiento de Ashdod aceptó la propuesta de nuestra Fundación de dedicar una calle de esta ciudad al nombre de Angelo Roncalli. Quizás, Roncalli está empezando a recibir el justo reconocimiento.
También este año, iremos a Bérgamo, Italia, con el presidente de la Fundación Wallenberg, Eduardo Eurnekian, para galardonar a Monseñor Loris Capovilla con una medalla especialmente acuñada. Capovilla, de 97 años de edad, era secretario personal del Papa Juan XXIII y dedicó toda su vida a mantener viva la herencia espiritual de Roncalli.
Me emocionó mucho la elección del argentino Jorge Mario Bergoglio, mi compatriota, como Sumo Pontífice.
El Papa Francisco es uno de los primeros miembros de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg.
Lo conozco personalmente. Es un hombre humilde, con un gran corazón.
Como sucesor del difunto cardenal Antonio Quarracino, se convirtió en el custodio del mural conmemorativo de la Catedral de Buenos Aires. Es un monumento en memoria de las víctimas del Holocausto y de los dos ataques terroristas perpetrados en la capital argentina, contra la embajada israelí y la AMIA en los años ’90. Este monumento no tiene precedentes; en realidad es el único memorial hebreo existente en una catedral católica.
A menudo me pregunto porque este mural no recibe la atención que merece, con su fuerte simbolismo y relevancia, destacada por las víctimas del Holocausto y del atentado a la AMIA. (La tragedia del AMIA resurgió hace poco tiempo después del escándalo provocado por el Memorándum de Entendimiento entre Irán y Argentina). Y todo esto potenciado por el hecho de que el guardián del mural es un argentino que se convirtió en Papa.
Tengo un déjà vu que me consuela. Tengo la fuerte sensación de que el Papa Francisco seguirá el recorrido asumido por el Beato Juan Pablo II. Ambos personas humildes y con el mismo amor y respeto por el ser humano, independientemente de la creencia religiosa y del bagaje cultural.
La Fundación que presido con nuestro presidente Eduardo Eurnekian, no es una organización judía, pero personalmente, en cuanto a judío, siento la necesidad de reconocer con todo respeto el bien y la bondad (hakarat hatov), que es uno de los pilares del judaísmo.
Por lo tanto, considero oportuno mantener viva la memoria de Raoul Wallenberg, Angelo Roncalli y todos los que combatieron el mal y se distinguieron de los demás.
* Baruj Tenembaum es fundador de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, una ONG cuya misión es la de conservar y divulgar la herencia espiritual de Raoul Wallenberg y otros salvadores.
Fotos: Gentileza Danny Schwarz