Hace 64 años el sueño milenario del pueblo judío de restablecer su soberanía en la tierra de sus antepasados se hacía realidad con la declaración de la Independencia del Estado de Israel.
Es ésta una de las historias contemporáneas más exitosas de la humanidad. Es la reafirmación del espíritu de lucha de un pueblo y su constante perseverancia a través de los siglos. Es la reafirmación de su carácter positivo, que habiendo emergido de las cenizas del Holocausto se embarcó en la consolidación de un proceso único de autodeterminación política.
Rodeado por países enemigos que le declaraban la guerra en el preciso instante en que David Ben Gurión pronunciaba la declaración de Independencia, el naciente estado tumbó todos los pronósticos en su contra y se afianzó, contra viento y marea, como uno de los más avanzados del mundo.
En solamente seis décadas el joven y pequeño Israel logró alcanzar brillantes logros en indicadores de desarrollo económico, político y social.
El Estado judío consolidó un sistema democrático único en Oriente Medio, donde todos los ciudadanos del país tienen el derecho no sólo a elegir a sus gobernantes, sino también a ser elegidos.
Existe absoluta igualdad legal y de facto entre ambos sexos. Un 24% de la población posee títulos universitarios, siendo el tercer país en el mundo en ese aspecto.
Se levantaron centros de investigación donde se diseñan los más avanzados dispositivos en áreas como informática, comunicaciones y medicina. Israel es absoluto e innovador en el desarrollo y utilización de energía solar y otras energías alternativas.
El estado fue testigo del renacimiento del idioma hebreo y junto a ello del florecimiento de una extensa cultura contemporánea en esta lengua.
En respuesta al desafío planteado por la adversidad del terreno desértico que representa el 60% de su superficie, se desarrollaron sistemas de irrigación por goteo para producir áreas fértiles y productivas. El país, con una topografía y un clima adverso, se convirtió en un exportador de productos agrícolas.
Proporcionalmente a la cantidad de habitantes, Israel es el país que más inmigrantes recibió en el mundo. Entre los casos más emblemáticos encontramos la campaña en las décadas de 1940 y 1950 para acoger a los refugiados judíos que debían escapar de las hostilidades a la que eran sometidos en los países árabes; la absorción de un millón de inmigrantes provenientes de la ex-Unión Soviética con la caída del comunismo en Europa oriental; y la increíble epopeya del rescate de los judíos etíopes durante las últimas décadas.
Quizás lo más sorprende aún sea que todos estos logros se alcanzaron bajo la constante beligerancia y agresión por parte de países árabes y musulmanes de la región. Todas las estrategias fueron válidas. Seis guerras directas; ataques terroristas a poblaciones civiles; secuestros; lanzamiento de todo tipos de misiles desde la Franja Gaza; apoyo financiero y logístico de Irán y Siria a una amplia gama de grupos terroristas; la amenaza de un Irán nuclear que abiertamente declara su intención de destruirlo. Todos los medios a su alcance fueron utilizados para tratar de aniquilar al Estado de Israel.
Sin embargo, el joven país persiste. Y se defiende. Y logró un acuerdo de paz con Egipto. Y firmó la paz con Jordania. Y buscó siempre acordar con el liderazgo palestino. Y ofreció amplias concesiones. Y se retiró de Gaza. Y a pesar de no tener respuesta del otro lado se sienta una y otra vez a negociar, reconociendo que es ésta la única alternativa para establecer la tan ansiada paz en la región.
Algunos llaman a esta historia un milagro. Es preferible caratularla como el resultado del triunfo del esfuerzo positivo y la capacidad constructiva del ser humano.
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