Funcionarios israelíes dieron una cautelosa bienvenida al anuncio de la Casa Blanca de que el presdiente de Estados Unidos, Barack Obama, visitará el Estado hebreo a fines de marzo.
«Damos la bienvenida a la visita de presidente Obama», afirmó el jefe del Consejo de Seguridad Nacional israelí, Yaakov Amidror, a quien el primer ministro Binyamín Netanyahu designó como responsable de los contenidos de las reuniones conjuntas que se llevarán a cabo con el mandatario norteamericano.
La oficina de Netanyahu informó que tanto Amidror como el negociador israelí con los palestinos, Itzjak Moljo, viajarán la próxima semana a Washington para preparar frente a las autoridades estadounidenses los detalles de la visita presidencial.
Los funcionarios israelíes subrayaron la necesidad de un papel nuevo y más activo de Estados Unidos en pro de la reanudación de las negociaciones con los palestinos, estancadas un año y medio por disputas sobre los asentamientos judíos en Cisjordania y las acciones políticas unilaterales de la Autoridad Palestina en la ONU.
«Estados Unidos puede desempeñar este papel positivo actuando de una manera efectiva y constructiva más que repitiendo la misma política de negociaciones que sea para su propio beneficio», afirmó Amidror.
Analistas israelíes manifestaron que la reanudación del proceso de paz depende en gran medida del gobierno que forme Netanyahu y de la determinación que demuestre Obama, despojado ya de lastres electorales.
Paralizado desde septiembre de 2010, Netanyahu aprovechó el encargo de formar gobierno para pedir nuevamente al líder palestino, Mahmud Abbás, el reinicio de las tratativas, una propuesta que no cayó en oídos sordos en Washington.
Obama, que en sus primeros cuatro años de gobierno se abstuvo de visitar Israel por las constantes desavenencias ideológicas con Netanyahu, parece convencido de que se abrió una brecha por la cual retomar la senda de la paz.
«Ningún presidente de Estados Unidos entraría en una foto sin tener alguna garantía» , aseguró el veterano comentarista Eitán Haber, del diario «Yediot Aharonot», que también advirtió a Netanyahu de no volver a estropear la instantánea.
Para Netanyahu las negociaciones con los palestinos son un obstáculo casi insuperable por la oposición que despierta dentro de su partido Likud, su socio Liberman y la facción ultranacionalista religiosa, Habaiit Haiehudí, que propone la anexión de Cisjordania a Israel y no admite la fórmula de dos Estados.
En plenas negociaciones para formar gobierno, el mandatario hebreo tiene a su disposición una amplia gama de coaliciones por lo que la paz depende de cuál de ellas gobierne.
Para abrir una ventana, si es que Netanyahu realmente lo desea, se requiere un gobierno amplio con un número suficiente de apoyos en los partidos de centro-izquierda, Yesh Atid, Hatnuá, Kadima y el Laborismo, que contrarreste cualquier amenaza de deserción de la derecha.
Sólo entonces, Netanyahu, que aspirará igualmente a verse apoyado por sus aliados naturales - más que nada para eludir un dependencia excesiva en los partidos de centro -, podrá conceder libertad de voto a los diputados ultranacionalistas en caso de proponer una iniciativa seria de paz.
Histórico mediador en la región, durante los últimos cuatro años Obama sólo consiguió tímidos avances que dieron vida únicamente a una moratoria parcial de diez meses en la construcción de asentamientos y un breve proceso negociador de tres semanas en septiembre de 2010.
En una situación de mayor estabilidad internacional, y despojado de lastres electorales que puedan condicionar su política hacia Israel y los palestinos, Obama puede ejercer ahora una mayor presión sobre las partes.
Fuentes políticas estadounidenses dijeron al Canal 10 israelí que Washington pedirá «negociaciones sin condiciones», una fórmula que sigue sin convencer a los palestinos.
Por ahora el anuncio de la visita de Obama ya empezó a calar en los partidos israelíes de centro - hay quienes denuncian una «intromisión» para persuadirles que entren en el gobierno - y, pendiente de ver qué coalición gobierna Israel, la diplomacia estadounidense deberá apurar su creatividad para encontrar la fórmula que desenrede el problema que representan los asentamientos para volver al diálogo.
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