Tres semanas después de las elecciones generales, el primer ministro, Binyamín Netanyahu, aún está intentando formar una de las coaliciones más heterogéneas de la historia política de Israel, que cada día amenaza con fracasar.
El tiempo corre en contra de Netanyahu, que tiene tan sólo un mes más para formar gobierno, si no quiere que el presidente hebreo, Shimón Peres, designe a otro líder político para hacerlo, como está estipulado por ley.
El mayor problema de Netanyahu para formar la coalición amplia de centro-derecha a la que aspira es que los partidos ultraortodoxos con los que espera contar - Iahadut Hatorá y Shas - se niegan a acatar las exigencias de las facciones Yesh Atid y Habait Haiehudí en lo referente a la «igualdad en la carga» que implicaría el reclutamiento de los ultraortodoxos al ejército.
Pero las diferencias no se dan sólo entre los partidos que Netanyahu intenta meter en el ejecutivo, sino incluso entre el mismo Netanyahu y el líder de Habait Haiehudí, Naftalí Bennett. El primer ministro mantuvo el pasado lunes su primera reunión con Bennett, tras una rivalidad que dura ya cinco años, cuando éste se marchó del Likud, siendo patente la tensión entre ambos durante la última campaña electoral.
Esta reunión tenía como objetivo intentar suavizar las demandas de Habait Haiehudí en cuanto al enlistamiento de los ultraortodoxos, para convencer a los partidos religiosos de que entrasen en la coalición, aunque los medios israelíes especulan que Bennett se negó a aminorar sus exigencias.
Los partidos ultraortodoxos culpan de este retraso en la formación de un nuevo gobierno al líder de Yesh Atid, Yair Lapid, asegurando que su intención es evitar que Iahadut Hatorá y Shas entren en la coalición y que declaró la «guerra al judaísmo».
Otra piedra en el camino para Netanyahu es que ahora Lapid decidió que quiere hacerse con la cartera de Exteriores, que estaba reservada para el ex canciller, Avigdor Liberman, que lidera junto con el primer ministro en funciones la formación Likud Beiteinu y que actualmente enfrenta un juicio por fraude y abuso de confianza.
Si Netanyahu cede a las exigencias ministeriales de Lapid, se enfrentaría a su compañero de formación, que cuenta con un electorado fuerte en Israel.
Netanyahu tendrá que hilar muy fino para conseguir una coalición en la que la mayoría de los partidos se miran con recelo y tendrá que lograrlo en tan sólo 30 días.
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