Una de las principales arterias comerciales de Jerusalén es el campo de batalla de una guerra que pone en pie a ocho comerciantes que abren en shabat frente a la decisión de la alcaldía de obligar a cerrar los negocios en esa jornada, algo visto como una concesión a los ultraortodoxos.
«Nunca tuvimos problemas ni recibimos amenazas. Pero me avisaron que algo le iba a suceder a mi negocio y al resto de tiendas como la mía del centro», explicó Gabriel Ofir, que regenta un pequeño supermercado al margen de la céntrica avenida Yaffo.
Esta semana Ofir recibió una notificación del ayuntamiento, al igual que otros siete propietarios de comercios abiertos 24 horas los siete días de la semana, en la que le informa de que a partir del próximo 5 de septiembre deberá cerrar en shabat, jornada que va desde la caída de la noche del viernes hasta la del sábado.
En caso de no respetar la directiva, los negocios serán sancionados con multas que pueden alcanzar los 427 shekels (unos 110 dólares) por cada hora abierta, denunciaron los afectados.
En opinión de este judío secular, compartida por los otros empresarios, es «obvio» que el anuncio está relacionado con la reciente apertura en shabat de un centro de ocio conocido como Yes Planet, «que puso nerviosos a los ultraortodoxos», que respondieron a la inauguración con protestas y se enfrentaron a la Policía.
«Muchos éramos votantes de Nir Barkat (el actual alcalde de Jerusalén) pero sentimos que nos traicioó. Le llamamos el traidor. Está comprando a los religiosos con esto y tememos que poco a poco vayan a ir imponiendo su voluntad, expandiendo el cierre a restaurantes, cafeterías y demás», se lamentó.
La intendencia de la ciudad rechazó que se produjo cambio alguno en la legislación municipal de los últimos años «que permite la apertura en shabat de teatros, locales de ocio y restaurantes, pero que impone una prohibición sobre el comercio y el transporte público», declaró una portavoz de la alcaldía.
Y argumentó que la aplicación de la norma se debe a la petición del asesor jurídico municipal de definir «diferentes áreas de la ciudad donde reducir la ejecución - Ein Kerem, Talpiot o Atarot, entre otras - y aquellas en las que se reforzará» - como los barrios ultraortodoxos, Kiryat HaLeom, el barrio judío de la Ciudad Vieja y partes del centro, área donde están los ocho supermercados.
«La solicitud se enmarca en el fallo del Tribunal Supremo de Justicia sobre la misma cuestión en Tel Aviv, que señala a las autoridades locales como responsables de establecer las políticas de aplicación en caso de incumplimiento de los intercambios comerciales en shabat», señaló.
Una mujer cristiana palestina con nacionalidad israelí dueña de uno de los locales en el punto de mira de la regulación, que prefiere que no se publique su nombre, protestó por lo que califica de «dictadura disfrazada de democracia» en la que dice vivir.
«¿Que qué voy a hacer?», preguntó y respondió: «Cerrar. No puedo hacer nada más. No soy tan mayor, no tengo dinero y además soy la única cristiana de la zona. No quiero abrir la boca porque no quiero que a mis problemas se le añadan otros», afirmó tras el mismo mostrador desde el que vendió alimentos, bebidas y alcohol durante 20 años.
Lo mismo ocurre con uno de los hermanos de la familia Iluz, Yaakov, propietario de una pequeña tienda en las inmediaciones de Ben Yehuda, una de las zonas peatonales más transitadas de Jerusalén, que en shabat se torna casi desértica.
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