Cientos de miles de manifestantes egipcios que exigen el fin del gobierno militar se congregaron en la plaza Tahrir de El Cairo, en lo que los activistas llaman "la última oportunidad".
Los manifestantes mantuvieron su pulso a la junta militar en la que fue la mayor protesta desde la caída de Hosni Mubarak. Ni el nombramiento de un nuevo primer ministro, Kamal Ganzuri, ni la promesa del ejército de que el jefe del ejecutivo tendrá todas las prerrogativas necesarias para gobernar de forma independiente, surtieron efecto.
Los cánticos contra el mariscal Tantawi, jefe de la junta militar, unieron a los manifestantes en la exigencia de no de retrasar las elecciones parlamentarias.
La cita con las urnas empieza el próximo lunes 28, y la junta militar anunció que los egipcios dispondrán de dos días para votar y así tranquilizar a quienes consideran que, en este clima de crispación, es imposible ir a los comicios de forma libre y segura.
Además, con cada día que pasa, la brecha entre quienes protestan en la plaza Tahrir y los partidos islamistas se hace más grande. La muestra que mejor escenificaba este distanciamiento fue el desafortunado llamamiento de los Hermanos Musulmanes a una protesta propalestina en apoyo de la mezquita de Al Aqsa, en Jerusalén. Sus responsables aseguraron que había sido convocada con anterioridad, pero los manifestantes de Tahrir no pudieron sino ver en esta concentración alternativa la utilización de la causa palestina para los propios fines políticos de la organización radical.