Ante las multitudinarias manifestaciones de protesta que reclaman su dimisión, el presidente egipcio, Mohamed Mursi, se dirigió a la nación reconociendo que pudo haberse equivocado en su accionar.
«Llegué al poder en un momento difícil. A veces tenía razón, otras me equivoque». Pero, poco después, su discurso de más de dos horas y media de duración se convirtió en un ajuste de cuentas con una oposición a la que acusó de «ignorar la mano que se le tendió» y aliarse con los nostálgicos del ex mandatario Hosni Mubarak, derrocado en las revueltas de 2011.
«La polarización en Egipto llegó a un punto que pone en peligro nuestra incipiente experiencia democrática y amenaza con llevar al país a un estado de parálisis y caos», reconoció Mursi en un discurso con motivo de su primer aniversario en el Gobierno.
El mandatario aseguró que se requieren reformas «profundas y rápidas para alcanzar los objetivos de la revolución» y que es necesario contar con una oposición «fuerte y fiel» y «consolidar la alternancia de poder».
Pero, a partir de allí, se dedicó a lanzar dardos. «Los enemigos de Egipto no escatiman esfuerzos para tratar de sabotear la experiencia democrática», señaló poco antes de nombrar a aquellos que, según él, tratan de paralizar el proceso democrático.
«¿Es Ahmed Shafik un revolucionario?» preguntó en referencia a su rival en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y ex primer ministro de Mubarak. «La justicia le juzga y huyó al extranjero. Desde allí incita el derrocamiento del Gobierno. ¿No es eso un crimen?», agregó.
Nombre a nombre, fue citando a políticos, jueces o propietarios de canales de televisión opositores a los que culpó de evadir impuestos o servir a la dictadura derrocada. «Un niño con un arma automática se llama manifestante», esbozó en continuas alusiones a una oposición a la que recriminó haberse aliado con los hombres de Mubarak. Mursi repartió a todos: Incluso cargó contra los propietarios de las gasolineras tras dos días de colas kilométricas debido al pánico popular por el desabastecimiento.
Ciudadanos que protestaban en la Plaza Tahrir de El Cairo, evaluaron que el discurso del presidente egipcio, lejos de promover la reconciliación o frenar las protestas, sólo servirá como combustible a las manifestaciones de la oposición.
«Confiamos en que millones de personas pidan en las calles de manera pacífica la convocatoria de elecciones presidenciales anticipadas. Mursi llegó al poder en circunstancias excepcionales siguiendo una revolución popular, hizo promesas y no cumplió ninguna de ellas», declaró Jaled Daud, portavoz del Frente de Salvación Nacional, la principal alianza opositora.
Horas antes del discurso, los choques entre partidarios y detractores de Mursi se cobraron al menos dos muertos y más de 200 heridos en la ciudad de Mansura, a unos 120 kilómetros al norte de El Cairo.
El Ejército, que comenzó a reforzar la seguridad en lugares estratégicos, señaló que intervendrá en la arena política sólo si la polarización conduce al «colapso de las instituciones del Estado».
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