«Cada hombre, aún en condiciones trágicas, guarda la libertad de decidir quién quiere ser espiritual y mentalmente, porque incluso en esas circunstancias puede conservar la dignidad de seguir sintiendo como ser humano, escribió Viktor Frankl, reflexionando sobre sus días en Auschwitz.
Y en la noche de este lunes, con la aparición de la primera estrella, las comunidades judías de todo el mundo comenzarán a celebrar la festividad de Pesaj recordando la salida de la esclavitud en Egipto y a reflexionar sobre cómo vivir en una libertad responsable, en sociedad y sin opresiones.
Repasando los conceptos de Frankl, esta festividad nos invita a pensar sobre la diferencia entre ser esclavos y estar cautivos tanto física como espiritualmente.
«El esclavo carece de capacidad de contrastar entre tiempos sagrados y profanos, ya que el centro mismo de la esclavitud es la imposibilidad de disponer de tiempos, o sea que el objeto del esclavo es la exclusiva dependencia al trabajo y al bien material. En cambio el cautivo, es consciente de los tiempos pero no tiene otra posibilidad que depender de un otro poderoso, que instala sus tiempos», decía el filósofo Isaiah Berlín.
Todos los expertos en judaísmo tomaron el motivo de la libertad como el elemento esencial de Pesaj, pero las escuelas de pensamiento tuvieron divergencias al interpretar las variantes de la esclavitud y el estar cautivo.
Cada una tuvo en cuenta el lugar que le tocó vivir y las circunstancias históricas que tuvo que atravesar. Es por eso que, siguiendo la enseñanza de los intérpretes, esta celebración nos lleva siempre a actualizar el concepto de libertad.
Producto de las épocas y la modernidad, pueden cambiar los modelos y las formas de libertad y esclavitud, pero - a decir de Frankl - «atesoramos una sola posibilidad de respuesta: la actitud erguida del hombre» siempre, incluso «ante un destino adverso o cuando la vida señala un destino inexorable».
Quiere decir que la libertad o esclavitud, en definitiva, están construidas en el mundo interior de las personas, en el objetivo de la libertad y en una construcción comunitaria que tiene a la familia como un primer gran núcleo que no puede estar aislado de la sociedad en la que se realizan las personas.
Por eso en Pesaj los integrantes de las comunidades judías recuerdan y reflexionan sobre los aprendizajes que dejó la liberación de Egipto, y también revisan el concepto de libertad para identificar a los faraones de la época y para evitar caer en la adoración de los becerros de oro contemporáneos.
El objetivo es saber cuáles son los valores que nos deben guiar en nuestro quehacer cotidiano, y adquirir conciencia de la importancia de la sacralidad de la vida en la lucha por romper las cadenas y desatar los nudos que alienan al ser humano.
El concepto «Pesaj» proviene del hebreo «pasaj», que pasó al griego «pasjá» y de ahí al español «Pascua»; esta pequeña aventura etimológica tiene por objetivo dilucidar el origen del vocablo, pero fundamentalmente su sentido.
Según el relato bíblico, Pesaj es la historia es un pasaje que acontece con el pueblo hebreo desde la esclavitud en Egipto hacia su libertad, un pasaje que se constituye - a la vez - en el nacimiento del mismo pueblo, dado simbólicamente a luz al cruzar las aguas del Mar Rojo, abiertas por orden divina y por voluntad humana.
¿Cuál fue la motivación de aquel grupo de esclavos comandados por Moisés para enfrentarse al imperio más poderoso del mundo de ese entonces?
Una idea hermosamente simple y revolucionaria: que aquello que así es ahora, no necesariamente debe seguir siendo así por siempre.
Todos los faraones, los de antaño y los actuales, buscan convencer a sus pueblos de que el orden social es un espejo exacto del orden natural. Y si éste es eterno, cíclico y repetitivo, entonces la sociedad debiera moverse con iguales e inamovibles cánones. Una manera muy elegante y eficaz de dominación.
Es que si los descendientes de los ratones por siempre serán ratones, ¿por qué suponer acaso que una esclava alguna vez podría parir a un ser humano libre?.
Y ante este exacto paradigma se rebelaron los hebreos del Faraón de Egipto, en la primera gesta libertadora que registra la historia.
Una lección que aún hoy tiene total vigencia cuando bajo otros matices y en otra época, todavía hay quienes pretenden convencernos de que las cosas siempre serán así.
Las casas judías comienzan a prepararse para dar la bienvenida a Pesaj, que tiene como eje el encuentro alrededor de la mesa familiar y que apela a recordar la salida de la esclavitud de Egipto, tal como lo registra el bíblico libro de Éxodo en su capítulo 12. Y para ello la propia tradición hebrea destaca, por ejemplo, una serie de símbolos como la matzá.
Ese es el pan ázimo como una suerte de fina masa que nos recuerda que cuando Moisés logró doblegar al Faraón egipcio, los israelitas tuvieron que apresurarse para salir del cautiverio a la libertad, careciendo de tiempo para que sus panes pudiesen levar en el horneado.
Eso es tal cual lo que los maestros nos enseñan sobre el paso de una situación a otra: muchas veces se produce con tanta ligereza que no tenemos oportunidad para preparar el alimento como hubiésemos deseado. Pero en tanto el alimento no falte, el ánimo de libertad como valor, debe superar a cualquier deseo de materialidad.
Esperar a que el pan fermente en aras de perderse la oportunidad de emanciparse, de acceder a esa libertad deseada es profanar el tiempo.
Pero hay que pensar en nuevas categorías para la libertad porque de nada sirve que nuestra comunidad sea libre si el resto de las comunidades son esclavas.
Eso es Pesaj, un andar y desandar permanente para lograr identificar las esclavitudes actuales y lograr una libertad responsable sostenida sobre la rica historia y tradición del pueblo judío.
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