Me imagino que últimamente, ante la nueva escalada de violencia en Gaza, se habrán percatado con qué facilidad se vuelve a utilizar el término «genocidio» para calificar el accionar israelí hacia la población de la franja costera palestina.
Tanto la Liga Árabe como el primer ministro turco Erdogan, el presidente palestino Abbás, los manifestantes en Europa y América Latina, y hasta el Movimiento Sindical Indígena y Campesino de Guatemala, cada uno a su manera, llaman a detener el «nuevo genocidio» que ejecuta Israel contra el pueblo palestino.
Pues bien amigos, sin querer tomar posición en el actual conflicto - no porque no la tenga, sino porque no la considero relevante -, cabe suponer que de llevarse a cabo un «genocidio» contra tal o cual pueblo, su cantidad de miembros tendería automáticamente a disminuir. Así sucedió a lo largo de toda la historia de la humanidad cuando dichos genocidios se llevaron a cabo.
Algunos ejemplos claros y conocidos pueden determinarse en África durante el comercio de esclavos, en las comunidades indígenas de América durante las conquistas europeas, en Armenia durante la guerra con los turcos bajo en dominio del Imperio Otomano (que de forma inexplicable los gobiernos israelíes aún se niegan a reconocer), en el Holocausto judío perpetrado por el régimen nazi, y más recientemente en la guerra civil en Siria, que ya dejó más de 200.000 víctimas, 25.000 de ellas niños (!) y que consigue mantener bastante indiferentes a los mismos dirigentes y grupos progres que tanto se preocupan por la «matanza» palestina.
En todos esos casos, la demografía del pueblo sometido a un genocidio disminuyó drásticamente y los expertos en la materia consideran que es necesario un siglo, por lo menos, para retomar la cantidad de miembros anterior a la catástrofe e iniciar un aumento en la población diezmada.
Ahora bien, según datos proporcionados por Naciones Unidas - una organización en la cual Israel no goza de una simpatía especial -, desde enero de 1948 (exactamente un mes después de que se votó a favor de la creación en Palestina de un Estado judío y un Estado árabe) hasta nuestros días, la población palestina siempre tendió a aumentar - aunque no lo crean - y siempre en proporciones mayores a la del pueblo judío en su totalidad en el mundo.
Es por ello que los llamados a detener el «genocidio palestino» merecen, aparte de las enormes manifestaciones a lo largo y ancho del planeta, una inteligente explicación acerca de cómo puede ser que un pueblo sometido a uno y otro genocidio, aumente de manera constante su número de integrantes.
Según datos oficiales de la ONU (UNRWA), en 1949 vivían en Cisjordania y la Franja de Gaza un poco más de 700.000 palestinos. En la actualidad, residen en Cisjordania 2.400.000 palestinos, y en la Franja de Gaza 1.400.000. En ese período el pueblo palestino en dichos territorios casi se quintuplicó (!).
Los datos resultan más significativos si se toma en cuenta que sólo países del Lejano Oriente, África y América Latina aumentaron sus poblaciones en proporciones similares. Ninguna nación de Europa o Estados Unidos se aproxima a dicha taza de crecimiento.
También la población palestina residente en Israel sólo tiende a aumentar, constituyendo hoy en día el 20% de la totalidad del país. Sólo la comunidad judía ultraortodoxa puede competir con ella.
Para quienes sufren de amnesia, conviene recordar las famosas las palabras del líder palestino Yasser Arafat, que era un gran entendido en la materia, y que antes de reconocer al Estado de Israel al firmar los Acuerdos de Oslo, en 1993, decía que la mejor arma con la que contaba el pueblo palestino para derrotar a Israel era «el vientre de la mujer palestina».
Sería interesante saber qué datos diferentes poseen la Liga Árabe, Erdogan, Abbás, los progres lunáticos de turno y los sindicalistas guatemaltecos, según los cuales entienden que el pueblo palestino vuelve a ser víctima de la «Solución Final» programada por Israel.
El interrogante cobra más valor justo hoy cuando Israel montó en el paso de Erez, en la frontera con Gaza, un moderno hospital de campaña exclusivo para tratar heridos y enfermos de la franja afectados por funcionar de escudos de Hamás y otras organizaciones terroristas.
En sístesis, amigos: volvamos a llamar a las cosas por su nombre y, por el momento, basta de genocidio.