El pueblo judío viene luchando desde hace más de 100 años por su derecho a tener un estado-nación en la Tierra de Israel, lo que implicó una larga batalla entre el pueblo judío y el pueblo árabe palestino.
Incluso muchos de los que, imbuidos de un fuerte deseo de evitar toda posibilidad de que Israel se convierta en un estado binacional, abogan por una solución que dé lugar a dos Estados para dos pueblos como parte de un acuerdo permanente del conflicto, están convencidos de que el pueblo judío tiene un derecho nacional a la Tierra de Israel. Además, insisten en que los principales bloques de asentamientos judíos en Cisjordania sean incluidos en cualquier acuerdo final dentro del territorio soberano de Israel.
Tenemos la oportunidad de ganar esa lucha. Contaremos con un amplio apoyo mundial a nuestros derechos nacionales en esta tierra siempre y cuando respetemos los derechos individuales y civiles de aquellos palestinos que residen y hacen su vida en estas regiones.
El respeto irrestricto de estos derechos; la seguridad garantizada para los millones de palestinos que viven Cisjordania, y la protección de su bienestar y libertad - condiciones necesarias para su vida -, resultan esenciales si pretendemos que el mundo reconozca nuestras reivindicaciones nacionales. Somos un Estado libre y soberano y la carga de la prueba pesará siempre sobre nosotros. La cotidiana conducta demostrada por ciudadanos judíos israelíes con respecto a los palestinos constituye un factor decisivo en el éxito de nuestra lucha nacional.
Este hecho simple y fundamental resultó claro con el tiempo para todos los líderes de Israel, en primer lugar para aquellos que se tomaron muy a pecho la causa de la Tierra de Israel. Tal fue el caso de Menajem Begin, por ejemplo, y de todos aquellos que insistían en que los asentamientos no debían construirse en terrenos de propiedad privada palestina.
Ahora, sin embargo, los líderes de la ultraderecha israelí parecieran vivir en otro planeta. Compiten entre ellos para determinar quién es el que actúa de manera más radical y quién habrá de gozar del visto bueno de los colonos extremistas.
Esta semana, dirigentes israelíes estuvieron en lo cierto al describir como «delirante e inconstitucional» un poryecto de ley que concedería la aprobación con carácter retroactivo de aquellos asentamientos construidos en terrenos de propiedad privada palestina.
No obstante, y más allá de eso, dicha legislación - en caso de ser aprobada - podría causar un daño incalculable a Israel y a nuestra justa lucha nacional.
Probablemente haya margen para la concreción de algunos acuerdos especiales, en aquellos casos donde las personas actuaron de buena fe, pero la importancia de una ley general sobre la materia implica no solamente la aprobación retroactiva de lo hecho en el pasado. Constituiría además una indudable señal, para absolutamente todo el mundo, de que a Israel no le interesa proteger los derechos de propiedad de los palestinos en Cisjordania.
Al mismo tiempo, Israel debe demostrar al mundo que la conducta de sus soldados y de sus oficiales en Cisjordania es impecable. Es algo que debe formar parte sustancial de nuestro espíritu.
El Jefe de Estado Mayor de Tzáhal, Benny Gantz, lo entendió así al decidir acertadamente la separación del teniente coronel Shalom Eisner, luego de que éste último agrediera duramente a un activista extranjero durante un enfrentamiento en el Valle del Jordán.
El «villano» de la causa no es sólo Eisner, sino también las voces de la ultraderecha, que declaran sin titubear que el oficial merece una medalla por «llevar a cabo la misión».
¿Acaso Israel - con 64 años de independencia - pretende ofrecer de tal manera al mundo esa imagen de como nuestro ejército lleva a cabo sus misiones?
Albert Einstein sostenía que el amor por la fuerza no vale nada, y que la fuerza sin amor es energía gastada en vano.