El General Simón Bolívar, Libertador de Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela, debe estar revolcándose por quinta vez en su sepulcro.
Ya son cinco las visitas del presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, a América Latina -justamente a varios de los países en los que se endiosa su gesta - y seguramente desde su eterno descanso, Bolívar no entiende cómo es que se logró una afinidad tal entre su país natal y sus vecinos, y quien preside uno de los regímenes más opresores y oscuros del mundo.
El motivo de la libertad era clave en su ideología, en su ordenado pensamiento. "Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía", dijo el 10 de diciembre de 1830, en su último discurso ante los colombianos. "...Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad".
No eran palabras vacías. Su concepto de libertad iba acompañado de una profunda comprensión del significado de la soberanía del pueblo y el funcionamiento de un sistema de gobierno que responda al Derecho y respete a los ciudadanos. Ello quedó especialmente claro en un discurso que pronunció ante el Congreso Constituyente de Bolivia, haciendo un detallado planteamiento de la división de poderes que deseaba para el país, de las autoridades y potestades que tendrá cada uno, cada funcionario, en el marco de la Constitución que estaba presentando.
También en esa ocasión hablaba de "la tiranía" como un "monstruoso" enemigo. "¡Legisladores! La libertad de hoy será indestructible en América" - decía emocionado. "Se han establecido las garantías más perfectas: la libertad civil es la verdadera libertad", afirmaba.
Releemos esos párrafos y nos preguntamos qué tiene que ver esa ideología con la que abrazan algunos de quienes se consideran sus seguidores si ven como su aliado al presidente de Irán.
Y aquí, no hablamos en absoluto del plan nuclear, que por supuesto en manos de un régimen como el fundamentalista fanático que domina Irán, constituye un peligro especial. Hablamos de lo que ni siquiera los chistes de Chávez y Ahmadinejad pueden ocultar; ni tampoco las sonrisas del huésped iraní sobre la alfombra roja en Caracas, La Habana, Managüa y Quito.
De lo que hablamos ahora es de lo que se dijo en la Asamblea General de las Naciones Unidas el mes pasado, al aprobar una resolución que denuncia graves violaciones a los derechos humanos en Irán, que van de azotamientos a amputaciones y al uso frecuente de la pena de muerte.
No son cosas de los odiados "imperialistas" norteamericanos a israelíes; no. Fue la ONU quien condenó a Irán por tortura y crueldad, trato inhumano o degradante, como "ejemplos graves y recurrentes violaciones de los derechos humanos", agregando a la negra lista las agresiones a los defensores de los derechos humanos, inequidad, violencia contra las mujeres y discriminación contra minorías religiosas y étnicas.
En papeles de la ONU quizás suenan a palabras frías. ¿Será por eso que todos los países que Ahmadinejad visitó en estas semanas, votaron en contra de la condena? ¿Será que su concepto de derechos humanos y libertad es tan diferente de lo fácilmente comprensible cuando un gobierno electo en las urnas se maneja también en su desempeño diario de acuerdo a principios verdaderamente democráticos?
Para nosotros, hablar de la despótica tiranía fundamentalista de los Ayatollas en Irán tiene nombre y apellido: Marina Nemat, una escritora nacida en Irán, hoy residente en Canadá, que en su adolescencia fue detenida por protestas en su liceo y enviada a la infame prisión de Evin. La conocimos en Jerusalén; y habiendo leído su relato, no comprendimos cómo es que todavía lograba sonreir. Lleva consigo su dolor y quizás, lo que es peor, el recuerdo de todos los que vio morir y de los que no tuvieron su misma suerte: salir del infierno.
Pero los nombres y apellidos son muchos. Está Sakineh Muhammadi Ashtiani, condenada a muerte por lapidación, que podría en lugar de ello ser ahorcada. Y los presos llevados a la horca por diferentes acusaciones, violación o posesión de drogas. Ya son algunas decenas desde el comienzo del año hace ni siquiera dos semanas.
Es increíble que al representante de todo eso se lo reciba con honores en países de América Latina.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay