Desde el momento en que llegó al mundo, hizo historia. R. es la primer bebé nacida en Israel como resultado del deseo de una pareja de ser abuelos sirviéndose del esperma congelado de su difunto hijo, que cuando murió era un soltero de 30 años.
Aunque la mayoría de israelíes celebraron con entusiasmo el nacimiento, el caso de la pequeña R. también desató críticas y cuestionamientos morales. La pareja de abuelos, que pidió mantener el anonimato, se dirigió a Irit Rosenblum, fundadora y directora de la fundación New Family.
Esta organización defiende el derecho universal de casarse y tener hijos, independentemente de religión, género, nacionalidad u orientación sexual.
Así, los futuros abuelos dieron con A., una mujer que deseaba convertirse en madre soltera.
A. no sólo accedió a la inseminación de esperma, sino que además recibió «de regalo» una pareja de abuelos cuando R. nació. «Me resultó conmovedor ver la forma tan natural en que encajó todo», declaró Rosenblum al diario israelí «Yediot Aharonot», subrayando que madre y abuelos tienen una relación «muy buena».
Las técnicas de inseminación artificial están ya muy extendidas en Israel, pero sólo hubieron unos diez casos de bebés concebidos utilizando el esperma congelado de hombres fallecidos. Lo especial de este caso es que es la primera vez que en lugar de la viuda, son los padres del fallecido los que optan por dicho avance médico para ser abuelos.
Todo comenzó hace 15 años, cuando un soldado entró en la oficina de Rosemblum y le contó que una herida sufrida en el Ejército lo había dejado estéril. Eso la hizo pensar: «¿Por qué no congelar el esperma propio para el futuro, en caso de que algo suceda durante el servicio militar?» Al principio no pensaba en la muerte, pues la esterilidad a causa de heridas no es infrecuente entre los soldados hebreos.
Después, comenzó a investigar las posibilidades legales y objecciones éticas a lo que ella llamó «determinaciones biológicas», término que acuñó y patentó en Israel, Europa y Estados Unidos. La determinación biológica es lo que permite a jóvenes mujeres y hombres conceder el permiso para usar sus óvulos o esperma congelados en caso de muerte o herida.
El primer caso que Roseblum representó fue en 2002. Un soldado murió tras ser disparado por un francotirador en la Franja de Gaza. La madre del gendarme fallecido la llamó desde la morgue tras encontrar entre las pertenencias de su hijo un recorte que hablaba de Rosemblum. «Entendió que guardaba su última voluntad en el bolsillo», dijo la jurista.
Esa misma tarde, recolectaron el esperma - que puede ser recogido hasta 72 horas después de la muerte - y el caso ayudó a sentar precedentes, aunque tras la larga batalla jurídica la mujer a la que se inseminó no se quedó embarazada.
Desde el lanzamiento del proyecto, Rosemblum recibió más de 600 determinaciones biológicas y argumentó que incluso el Ejército estadounidense comenzó a sugerir a sus soldados que congelen esperma antes de salir a combatir.
El papá de R., que falleció de cáncer, también había expresado verbalmente en muchas ocasiones su deseo de convertirse en padre. Pero para sus padres habría sido más fácil si hubiera dejado una determinación biológica, o al menos una declaración por escrito, apuntó Roseblum.
Ruth Landau, profesora de trabajo social en la Universidad Hebrea de Jerusalén, escribió varios artículos sobre el uso de ovarios y esperma congelado de personas fallecidas.
«El nacimiento de un bebé siempre es bonito, pero ese bebé también crecerá y se debe pensar en lo que le ocurrirá a la identidad de esa nueva persona»., afirmó
«En ese sentido, puede ser relativamente fácil desear un bebé si uno no tiene que tomar responsabilidades parentales», agregó.
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