Un entorno verde, que contrasta con el paisaje árido de los alrededores, acoge a más de mil mamíferos, pájaros, reptiles y anfibios, que representan a más de 140 especies diferentes.
El Zoológico Bíblico de Jerusalén conmemora veinte años de actividad en su actual localización, en los que se dedicó a preservar, entre otras especies, una treintena de animales mencionados en el Antiguo Testamento, la mayoría de los cuales se encuentran en peligro de extinción.
Ciervos, gamos y gacelas son sólo algunos de los ejemplares característicos del área geográfica que hoy comprende Israel y sus vecinos, que aparecen recogidos en la Biblia y que se pueden contemplar en un entorno respetuoso con su ambiente natural.
Situado en el sur de la ciudad, este peculiar zoo es una reserva verde que contrasta con los barrios residenciales de edificios de piedra característicos de Jerusalén.
Sus responsables defienden un proyecto que adapta muy bien con la labor que desarrollan numerosos parques zoológicos en todo el mundo, preservar especies amenazadas por la mano del hombre o fenómenos de la naturaleza.
«La idea del Arca de Noé fue adoptada por muchos zoos en el mundo porque consideramos el zoológico moderno como un lugar donde salvamos a los animales de desastres ecológicos del mismo modo que Noé salvó a los animales del diluvio», afirmó Sigalit Hertz, portavoz del Zoo Bíblico de Jerusalén.
Uno de los lugares más característicos del parque es un centro de visitantes construido en madera con forma de Arca de Noé, que alberga a lo largo del año diferentes exhibiciones y se convirtió en un punto de especial interés para los niños.
Todo el complejo asila a más de mil mamíferos, pájaros, reptiles y anfibios, que representan a más de 140 especies diferentes y se distribuyen en dos áreas principales.
La primera abarca a animales mencionados en la Torá, en su mayoría extinguidos en la actualidad de la fauna israelí.
«Este parque se llama Zoo Bíblico porque tiene la colección más grande de animales mencionados en la Biblia, como por ejemplo, el león asiático, que vivió aquí hasta el tiempo de las Cruzadas, o el oso marrón sirio, presente hasta el comienzo del siglo XX», destacó Hertz.
Cerca de 30 especies de animales citados en la Biblia se encuentran en peligro de extinción en su ambiente natural y uno de los principales proyectos de los biólogos es su crianza en cautividad para posteriormente reintroducirlos en su entorno, como es el caso de algunos ciervos y buitres.
La segunda colección comprende especies de animales clasificadas como raras o en peligro de extinción, entre las que se cuenta un crustáceo ciego de color blanco o traslúcido, encontrado junto a otras especies inéditas en una cueva descubierta en 2006 de forma fortuita en la Alta Galilea, en extreno norte de Israel.
Los responsables del Zoo de Jerusalén trajeron el agua de la caverna originaria, y llevan a cabo un programa para preservar la especie en cautividad en receptáculos oscuros.
Y es que la particularidad de estos animales es que viven de energía que procede del agua sulfúrica y su supervivencia no se basa en la fotosíntesis, debido a la ausencia total de luz que había en su ecosistema originario.
El zoológico participa en más de quince proyectos de cría de especies raras o extinguibles, que intenta devolver a sus ecosistemas característicos, además de animales amenazados de otra áreas geográficas del mundo.
Pese a ser un país pequeño, de poco más de 20.000 kilómetros cuadrados, Israel cuenta con diferentes ecosistemas, climas, y zonas geológicas que acogen una gran diversidad de fauna y flora.
«Israel tenía una fauna rica y abundante, porque está situada en una zona donde confluyen tres continentes: África, Asia y Europa», explicó Hertz, antes de señalar que el desarrollo masivo que se produjo en el siglo XX provocó la desaparición de muchas especies.
Por ello, la labor de preservación en el siglo XXI se tornó en una «misión divina» para los responsables de este zoo que luchan contra la implacable urbanización del ser humano.
Los animales del Zoológico Bíblico de Jerusalén son uno de los principales reclamos de Israel, convirtiéndolo en la primera atracción turística pagada con 750.000 visitas al año, en un país de más de 8 millones de habitantes.
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