Israel conmemora esta semana el 40 aniversario de la Guerra del Yom Kipur, que acabó con la creencia de que la supremacía militar resolvería los problemas con el mundo árabe y que puso de manifiesto la vulnerabilidad del Estado judío.
Descrita por el entonces jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), David Eleazar, como la «Guerra del juicio final» - por coincidir con el Día del Perdón -, ese conflicto sigue generando un agrio debate en la sociedad israelí sobre sus orígenes y consecuencias.
Aunque estalló un 6 de octubre de 1973 a las 14:00 hs, Israel recuerda a los cerca de 2.300 soldados muertos en la contienda de acuerdo al calendario hebreo, por lo que esta semana abundan en los medios convocatorias de actos oficiales, programas especiales y artículos sobre uno de los capítulos más traumáticos de la historia que el Estado judío.
«Fue todo una mezcla de indignación y frustración. El tercer día nos dimos cuenta de que Egipto y Siria tenían una capacidad ofensiva inimaginable», afirmó el ex brigadier general Uzi Ilam en un libro que acaba de publicar con apuntes personales de 1973.
Asesor del Estado Mayor, Ilam pasó la guerra en el popularmente conocido como «Pozo», la sala de mando en la que generales y altos mandos iban y venían con informaciones del frente.
«La sensación general era de impotencia», aseguró Ilam sobre la eficacia del ataque de los ejércitos árabes y del caos reinante en las filas de las FDI.
La ofensiva tomó por sorpresa a un Israel que, aunque tuvo claros indicios de los preparativos de guerra de sus enemigos - recibió advertencias muy precisas en el encuentro del rey Hussein de Jordania con la primera ministra Golda Meir unas semanas antes de llevarse a cabo -, arrastraba aún la euforia de la Guerra de los Seis Días (1967) en la que había arrasado a los ejércitos árabes con una rápida y certera ofensiva aérea, y ocupado el Sinaí, Gaza, Cisjordania, Jerusalén oriental y los Altos Golán.
«La Guerra de los Seis días nos dio una sensación de seguridad de la que nunca antes disfrutamos. Creímos que nuestro Ejército era invencible, que la nueva profundidad territorial garantizaría nuestra existencia», recordó Rajel Cohen, residente en Jerusalén, que vivenció los dos conflictos anteriores en 1948 y 1956.
Para cualquier persona mayor de 50 años en Israel, la Guerra del Yom Kipur sigue siendo sinónimo de «fracaso» militar y nacional; un antes y un después en la historia del país, cuyos resultados produjeron cambios radicales en todas las esferas.
Muchos aún recuerdan las palabras del entonces ministro de Defensa, Moshé Dayán, acerca de que se trataba de «la destrucción del Tercer Templo», cuando apenas un mes antes había declarado sobre lo innecesario de las negociaciones de paz ya que «El tiempo funciona en favor nuestro y debemos conservar el status quo» o «Prefiero Sharm a-Sheij sin paz que paz sin Sharm a-Sheij», en referencia a los territorios conquistados.
Cuarenta años después, la discusión sobre la responsabilidad del fiasco político y militar sigue abierta», apuntó el diario «Yediot Aharonot».
Este jueves verá la luz un documento hasta ahora clasificado sobre el testimonio de la primera ministra Golda Meir ante la comisión pública que investigó las negligencias y falta de preparación del Ejército en los primeros días de combates.
Amir Oren, periodista del diario «Haaretz», se quejó de que el grupo de trabajo responsable de difundir el testimonio de Meir, no revelará detalles acerca de su trascendental encuentro con el rey Hussein dos semanas antes de estallar la guerra, lo que consideró un intento de eximir de nuevo a la primera ministra israelí de la responsabilidad de no haber declarado el estado de emergencia.
La sensación de «trauma nacional» en Israel pese a su victoria final en el campo de batalla, contrasta con la sensación de orgullo que la contienda dejó en Siria y Egipto, que lograron resarcirse del desastre seis años antes.
Asesorados y abastecidos por la entonces Unión Soviética, egipcios y sirios aplicaron en 1973 tácticas y estrategias irreconocibles hasta entonces en la historia militar árabe, y una capacidad ofensiva que desconcertó incluso a las superpotencias.
La pérdida de miles de vidas en el campo de batalla y de considerable equipo militar - 102 aviones y 800 tanques - bajaron a Israel de los laureles de la victoria y lo convencieron de perseguir la vía diplomática que acabó en 1979 con el primer acuerdo de paz con un país árabe, Egipto.
El fin de la guerra fue también el comienzo de un período de ajustes de cuentas entre la cúpula militar y la política que acabó en la dimisión forzada del jefe del Estado Mayor, David (Dado) Eleazar.
Éste fue responsabilizado casi en exclusiva por la falta de preparación de las FDI y la negligente valoración por parte de la Inteligencia militar de que no se produciría una guerra pese a los numerosos indicios en ese sentido.
Despachos y estimaciones de agencias de Inteligencia de distintos países apuntan a que Golda fue alertada de la inminencia de una contienda, advertencias que ignoró, según las investigaciones de académicos.
Meir se vio obligada a dimitir en 1974 por presión de la ciudadanía, pero cuarenta años después la versión oficial israelí de la guerra sigue sin atribuirle la responsabilidad pese a las irrefutables conclusiones a la que llegaron los investigadores.
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