«No somos peligrosos, estamos en peligro» y también «Refugiados no es igual a criminales» son algunas de las pancartas que exhibieron los inmigrantes africanos ilegales que protestaron en Jerusalén frente al Parlamento y a la oficina del primer ministro, en contra de la nueva ley de inmigración.
El grupo comenzó la marcha el pasado domingo después de salir y no regresar al «centro abierto» de detención ubicado en el desierto del Neguev, tal como lo imponen las nuevas reglas.
Con ellos en Jerusalén, también manifestaron decenas de activistas de derechos humanos. Según versiones proporcionadas en tiempo real en las redes sociales, la policía intervino, detuvo a los manifestantes y los envió de regreso al centro de detención.
La mayoría de los inmigrantes ilegales que marcharon son de Eritrea y Sudán. Durante su recorrido pasaron la noche en la estación central de autobuses de Beer Sheva, luego descansaron en un kibutz y finalmente llegaron a Jerusalén en autobuses proporcionados por voluntarios.
Según la nueva legislación, los inmigrantes ilegales sólo pueden salir del centro durante el día, pero deben regresar al caer la noche.
Sin embargo, al estar ubicado en el medio del desierto, el centro es de hecho «una prisión», según los activistas.
La ley también establece que los inmigrantes indocumentados pueden permanecer en el centro hasta un año sin que se lleve a cabo contra ellos ningún procedimiento judicial.
Al referirse al tema, el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, afirmó que los inmigrantes ilegales «tienen dos alternativas: permanecer en el centro construido especialmente para ellos observando las normas establecidas o retornar a sus países de origen».
«De ninguna manera permitiremos que puedan trabajar y castigaremos a quienes los empleen y saquen provecho de su situación», agregó.
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