Alrededor de los desarrollos tecnológicos se mueven cifras multibillonarias. Los portafolios de los inversionistas están siempre ávidos de encontrar el próximo emprendimiento. Pero lo que se desarrolla en el garaje de una casa o en la oficina de algún geniecillo, acabará en una factoría donde será manufacturado para millones de usuarios. Éste es uno de los lugares donde la tecnología queda desnuda frente a su propio espejo, porque para llegar a ser masiva y rentable, pareciera precisar de la explotación salvaje de miles de trabajadores que, paradójicamente, nunca accederán a ella, tal como la revolución industrial se desarrolló sobre los miles de cadáveres de los mineros del carbón. ¿Es posible la revolución tecnológica sin el suicidio de trabajadores chinos?
¿Cuál es el costo de un iPhone 4S de, digamos, 64 GB, si sabemos que su precio es de 850 dólares en EEUU y 850 euros en Francia o Alemania? Para calcular este costo es preciso entender: ¿cuál es el precio de la ola de suicidios que costó la vida de, al menos 18 trabajadores chinos de la Foxconn, donde el iPhone y todos los productos de Apple son fabricados? ¿Y el de 62 intoxicados de la misma factoría y cuyos sistemas neurológicos has sido severamente dañados? ¿Cuál, el de un incendio cuya causa fue el polvo de aluminio del ambiente y que fuera saldado con 3 muertos y varios heridos y cuál, el de miles de trabajadores que laboran en turnos de 12 horas, 98 horas extras al mes y un día libre de cada quince?
Continuemos: ¿cuál es el costo, si adicionamos que en Wintex, fabricantes de la "pantalla touch" del iPhone, 137 trabajadores resultaron intoxicados en las factorías; muchos de los cuales podrían pasar el resto de sus vidas en una silla de ruedas?
Por lo demás, entre 12 y 14 mil dólares, es solo una parte del costo de salud de cada uno de los trabajadores intoxicados con n-hexano, en ambas fábricas. ¿Está todo ello incluído en el precio al consumidor final, que por cierto, no es ninguna bicoca?
Leer artículo completo...