El gran problema de la sociedad israelí es el abandono de los valores del Modelo de Estado de Bienestar, e ignorar al desarrollo sustentable como uno de los valores de cohesión en el entramado social, con un modelo integrador.
Nos encontramos ante una derecha populista que quiere aglutinar a todos en el saco, velando un nacionalismo enmarcado en el modelo global neoliberal con profundas contradicciones y antagonismos de clases y etnias. Una estructura burocrática corrupta, frente a una sociedad polarizada y dirigida por una elite dominante de altísimos ingresos, frente a un ejército de "sobrevividores" que ésta busca disciplinar y penalizar descontroladamente.
En este contexto, los llamados sectores progresistas, lo son, desde una situación de clase media alta, altamente corporativa y totalmente alejada de los intereses de las mayorías, que decir de los trabajadores, que salvo una incipiente nueva central sindical que busca representarlos como puede y sin una capacidad de respuesta real frente a los desafíos de Israel de principios de siglo.
Se ha desmantelado la central sindical conocida por todos, hoy aliada y socia en connivencia con los sectores concentradores de la economía, asistimos a un movimiento kibutziano en proceso de desaparición (sobre todo en lo que respecta a sus valores ideológicos históricos), un mercado de trabajo asalariado en el sector servicios controlado por los Kablanim, y el diezmo con que todos los trabajadores deben contribuir desestructurándolo moralmente; una derecha religiosa altamente racista y opuesta a todo proyecto aglutinador; en este contexto, cabe reflexionar sobre las siguientes preguntas: