Reflexiones desde afuera sobre el devenir de las comunidades judías en Sudamérica, que se debaten a capa y espada, con liderazgo, creatividad y profesionalización creciente, entre fuerzas centrífugas que las desintegran y fuerzas centrípetas que son reacción a las primeras, pero que no siempre responden al proyecto original que les dio vida hace más de un siglo.
El primer nuevo desafío con el que se enfrentan las comunidades judías de América Latina es, en realidad, uno viejo: el éxodo de sus jóvenes. Un éxodo que se da en varios niveles, no siempre físicos.
Durante el último año he tenido la oportunidad de visitar numerosas comunidades judías. Todas pujantes, todas pletóricas de actividades, propuestas, en una lucha permanente por ser atractivas en un mundo convertido en un supermercado de opciones, para un miembro de la comunidad convertido en consumidor, sea de la edad que fuere.
Y los jóvenes miran el panorama grande: ¿por qué voy a casarme con un/a judío/a cuando las opciones son tantas otras, fuera de mi comunidad?, se preguntan. ¿Por qué habría de quedarme en mi ciudad o pueblo, cuando el mundo ahí afuera es tanto más grande? Y si me voy, ¿por qué habría de ser Israel mi primera opción, cuando hay tantas otras que revisar?