Uno de los problemas graves para desempantanar las negociaciones entre israelíes y palestinos es, una vez más, el estancamiento de sus líderes. Ni el primer ministro israelí Biniamín Netanyahu, ni el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, están en condiciones político-mentales de crear un estado palestino.
El premier israelí ha efectuado un serio viraje hacia la izquierda durante su actual gestión, por lo menos con tres medidas. Primero: en su discurso de Bar Ilán declaró que aceptaba la fórmula de dos estados para dos pueblos. Por decir mucho menos, a saber, que el Likud debía prepararse para la realidad de un estado palestino, Ariel Sharón perdió el liderazgo del Likud. En Bar Ilán, a sus aliados en ese partido y en el gobierno no se les movió un solo pelo cuando Bibi, que le había hecho la guerra a Sharón por pronunciar las palabras prohibidas, aceptó la fórmula. En procesos políticos, no es recomendable minimizar los virajes discursivos de los líderes.
Segundo, tal como lo anunciara en el mismo discurso, Netanyahu decidió el congelamiento de la construcción en los territorios de Cisjordania por diez meses. Tampoco es poca cosa. Los palestinos, que descalificaron la acción indicando que faltaba extenderla a Jerusalem, desaprovecharon la oportunidad de volver corriendo a la mesa de negociaciones y cerrar trato. Como veremos, esto no es casual.