La fiesta de Purim siempre me encuentra ambivalente. Por un lado sé que debo aprovechar la oportunidad del calendario judío, para desplegar en mi comunidad una experiencia intensa de color, algarabía, ruido y sorpresas. Es la Tefilá a la que probablemente asistan más niños y más familias, todos con sus disfraces y dispuestos a acompañar las propuestas surgirán durante la noche.
Pero por el otro lado, cuando intento profundizar en el contenido y el sentido profundo de esta festividad, la alegría no surge espontáneamente. La historia de un exilio, de mujeres tomadas como objeto, de un personaje como Esther que oculta su condición de judía para acceder al harem del Rey, un tío o primo (relación dudosa la de Mordejai…) que manda a la jovencita a entregarse a los placeres del palacio a costa de su silencio, un malvado cuyo castigo será la horca para sus hijos, “la suerte” (Pur) como medio para definir el destino de una nación. En fin, la pregunta que me hago es ¿cuál es la enseñanza profunda de Purim? ¿Cómo aplico hoy en día los mensajes que esta fiesta supuestamente nos está dejando? ¿Cuál es verdaderamente el contenido de la celebración?
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