La condición de la mujer puede ser considerada como uno de los mayores desafíos del judaísmo del siglo XXI, o por lo menos, el parámetro para evaluar muchos de sus aspectos. En ella convergen de manera simbólica y práctica varios ejes fundamentales de la condición judía.
La posición de la mujer desafía a la educación judía en todas sus corrientes, al liderazgo comunitario establecido, a la familia en su dinámica y concepción, a las tradiciones y costumbres y a la Halajá.
La cuestión no es exclusivamente judía. Se ve hondamente influenciada por la cultura circundante en los diferentes países, pero en estas líneas nos circunscribiremos a pensarlo desde lo judío.
La discusión pública y las protestas que han surgido en Israel en relación a la segregación y la disyunción de la mujer en la vía pública por parte de sectores ultra ortodoxos son el tratamiento más ilustrativo, extremo y fotogénico de la prensa, pero no el único ni el más importante.
Una mirada al lugar que ocupa la mujer en el espacio público judío, o en el "espacio comunitario[1]" por un lado y su aporte a la "energía pública[2]" por el otro, sólo nos corroboran la realidad especial que vive la mujer.
El caso latinoamericano es singular y exhibe una polarización de las tendencias.
En la sociedad religiosa, la reducción de la participación de la mujer en el espacio público no es nueva. Como en toda sociedad tradicional, la mujer es la "dueña" del espacio privado del hogar y líderes y rabinos defienden esta situación en sus mensajes y enseñanzas. Para ellos, frecuentemente el ideal es que las jóvenes sean no sólo las que crían a los hijos, sino las que mantienen a los maridos, enrolados en el ideal del estudio de la Torá como forma de vida. En el otro extremo, en el ámbito de la secularidad, se presenta la ausencia de cualquier modelo de identificación de la mujer en tanto mujer judía. Gran parte de las mujeres judías seculares no encuentran referenciales judíos para su femineidad, y aun cuando quisieran procurarlos, el fantasma del modelo de la separación y segregación provoca en muchas, rechazo y quiebre. El problema no es nuevo, pero se ve hoy más radicalizado.
También en el ámbito del judaísmo secular, la participación de la mujer en las posiciones de toma de decisiones continúa siendo secundaria y marginal. La participación femenina en las listas de candidatos a las instituciones judías es mínima y Argentina en particular, no ha tenido hasta ahora ni una sola presidente mujer en ninguna de sus instituciones centrales. Incluso en el seno de las corrientes más liberales, el papel protagónico fundamental sigue siendo masculino, a excepción de algunas pocas rabinas conservadoras que por ahora sólo van de la mano del liderazgo de un varón. El discurso cultural es predominantemente machista, por lo que no se puede circunscribir exclusivamente a las consideraciones de la Halajá.
Hoy se debe encontrar una posibilidad de conciliación entre la vida pautada por la Ley Judía, por un lado y la realidad social del siglo XXI con sus valores y aspiraciones. La conjugación de esos dos enfoques es posible. Los marcos y límites de la Halajá permiten un espacio mayor a la mujer que el que se da en la práctica en los sectores observantes y es más amplio que el que los sectores no observantes de la Halajá presuponen aplicando su imaginario estereotipado acerca del mundo religioso, más que su conocimiento real del mismo o de las fuentes de la Ley. Ambos sectores restringen el ámbito de la Halajá considerando su espacio y sus límites más rígidos y cerrados que lo que son en la realidad, respondiendo a necesidades ideológicas y sociológicas sectoriales más que a una clara visión de la Halajá que pudiera ser producto de su análisis y estudio.
La búsqueda de respuestas Halájicas a las situaciones actuales se da en todos los campos de la vida, la ciencia, la tecnología y en el área de la vida de la mujer, la familia, y la comunidad. La Halajá se renueva constantemente aun cuando gran parte del público no lo sabe ni percibe, ya que cada fallo dado conforme al sistema jurídico judío es de aplicación individual y no universal. Así las personas se sorprenden al escuchar que está permitida la donación de órganos o que una mujer pueda tocar los rollos de la Torá o llevar a cabo una inseminación artificial. Preguntas tales como ¿Cuál es el lugar de la familia uniparental? ¿Qué acontece con las madres solteras que deciden traer un hijo al mundo por donación de semen del donador anónimo? ¿Cómo pueden entenderse los fenómenos de soltería tardía a favor del desarrollo de la carrera? Todas estas preguntas no son teóricas y sectores del público observante se enfrentan con valentía a esos incurrimientos, procurando encontrar en las enseñanzas del pasado las respuestas a los dilemas de hoy.
Entendiendo que la Torá es eterna debe necesariamente ser referencial en la búsqueda de las respuestas adecuadas al presente. Arguyendo que la Torá es Torat Jaim, Torá de Vida, debe guiar la vida y su desarrollo en su totalidad. Así lo entienden muchas mujeres hoy.
El feminismo judío ortodoxo
El feminismo judío ortodoxo propone la búsqueda de una mayor inclusión de la mujer en el seno del judaísmo, no sólo porque esto implica una reivindicación de los derechos de la mujer, sino porque el discurso patriarcal en muchos casos dejó de ser agradable también a los oídos masculinos. La segregación de la mujer en los transportes públicos, la enfatización exagerada de las normas del recato, la necesidad de llevar a cabo actividades culturales o sociales totalmente separadas entre los géneros, incluso en el marco del Ejército de Israel, no son sólo una ofensa a la mujer, sino un agravio para el hombre. Ambos son, en ese sentido, percibidos en el mejor de los casos como seres arcaicos que actúan guiados por sus instintos sexuales y en el peor de los casos, como objetos sexuales. Hombres que temen a sus propios pensamientos cuando una mujer se les sienta al lado en el ómnibus, deben considerar la posibilidad de una seria terapia o dejar de viajar en los medios de transporte colectivos. Hombres y mujeres observantes del siglo XXI se revelan ante estas visiones y plantean una participación igualitaria de la mujer, respetando los marcos de la Halajá.
El feminismo judío ortodoxo, que existe fundamentalmente en Israel y en los Estados Unidos, y que aún no se asoma en Latinoamérica, plantea la recuperación o el descubrimiento de la voz particular de la mujer en el ámbito del judaísmo normativo. La posibilidad del estudio de la Torá de alto nivel es un hecho, así como la existencia de asesoras halájicas, abogadas rabínicas que pueden actuar frente a las cortes rabínicas, y más. A fin de entender este fenómeno diferente al de la existencia de mujeres judías feministas, que se encuentran por doquier en el mundo de hoy, es importante entender la pugna entre las visiones judías ortodoxas, fundamentalmente en Israel.
Por un lado, gran parte del sector sionista religioso, ha ido radicalizándose en los últimos años, no sólo en lo que hace a sus posturas políticas sino también a sus posturas religiosas, inclinándose cada vez hacia una postura cuasi-ultraortodoxa. Radicalizan las posturas que plantean la reclusión general ante el mundo, la separación de los sexos y la exclusión de la mujer incluso en los ámbitos no rituales, frente a lo que es percibido a sus ojos como libertinaje en el mundo secular, su presunta falta de valores, los problemas de adicción y de violencia, etc. . Así un cada vez mayor número de sinagogas religioso-sionistas mantienen actividades sociales separadas para hombres y mujeres desde muy temprana edad, las escuelas públicas religiosas, adaptándose al pedido de ese público, proveen únicamente educación en salas de niñas y niños separados aún en lugares donde hasta hace pocos años ambos sexos compartían el aula. Las actividades del movimiento Bnei Akiva se realizan hoy por separado en la mayoría de las ciudades de Israel.
Por otro lado, existe otro importante sector religioso sionista que continua procurando la fusión de los mundos, la posibilidad de la participación en el cosmos civil y el universo religioso. En él, las mujeres estudian en las universidades y se dedican a toda clase de profesiones, un gran número de mujeres procura acrecentar sus conocimientos judaicos y su participación en el espacio público judío, en la sinagoga, en la Corte Rabínica, en el liderazgo religioso político y espiritual. Mujeres que no renuncian a su particularidad femenina por un lado, ni a su visión tradicional del rol como ejes de la familia pero que al mismo tiempo plantean la posibilidad de una exégesis femenina de los textos sagrados, una posibilidad de involucramiento en los Consejos Municipales Religiosos y en la liturgia. Mujeres que aspiran a que haya rabinas y juezas en el marco de la Halajá. Mujeres que enfrentan una lucha valerosa contra un discurso masculino avasalladoramente despectivo que las presenta como no observantes en el mejor de los casos, deslegitimizando sus posturas aún a ojos de sus propias comunidades. Sin embargo, este movimiento femenino -pequeño en cantidad, todavía- ha tenido logros significativos, muchos de ellos refrendados por la Suprema Corte de Justicia de Israel, como es el caso de la posibilidad de existencia de Abogadas Rabínicas con derecho a ejercer ante las Cortes, o el de ley contra la segregación en los transportes públicos, por poner sólo algunos ejemplos.
En el marco de la observancia, los sectores más progresistas temen ser acusados de no observantes y guardan aún los lazos de solidaridad con los sectores religiosos más cerrados, aún a costa del perjuicio a su propia imagen, su propia educación y la posibilidad del vínculo y el puente de conexión con el resto del pueblo judío que en su mayoría ha dejado de observar las pautas de la Halajá hace ya más de un siglo.
Sin embargo los nexos que unen a este grupo con el grupo central del judaísmo religioso-sionista son cada vez más tenues y pareciera que el tema de la mujer será un parte aguas fundamental en esta relación.
Si bien la mayoría de los éxitos de la mujer en el logro de sus derechos depende de su propia lucha, es de esperar que en la medida que mejore la educación sobre el género en el judaísmo, puedan unirse a esa lucha también los hombres para producir los cambios que tanto beneficiarán a la sociedad toda.
[1] Espacio Comunitario, hace referencia al término acuñado por el psicólogo social Janan Nudel en su trabajo "El Espacio Comunitario". Ediciones Oficina del JOINT para América Latina.
[2] Hace referencia al término acuñado por el historiador e investigador Prof. Haim Avni acerca de la energía pública comunitaria. Ver: "Cuarenta años: el contexto histórico" en Pertenencia y Alteridad – Judíos de/en América Latina: cuarenta años de cambio. Págs. 87, llamada a pie de pág., 2. Ed. Iberoamericana-Vervuert-Bonilla Artigas Editores- 2011.