Ya escribimos (ver nota), que Janucá, pese a que generalmente ello no es recordado, es una festividad en la que Janá, hija de Matitiahu, fue, según un midrash, quien desencadenó la rebelión encabezada por su familia, cuando se rebeló a la profanación de su cuerpo y del honor de su familia y de las mujeres judías. Janá no estuvo decidida que ejercieran sobre su cuerpo el derecho de pernada, que es el nombre que recibe en español el «derecho de la primera noche». Esa práctica de abuso y servidumbre sexual, ejercidas por algunas autoridades en contra de mujeres, duraron muchos años y tuvieron su máxima aplicación durante la Edad Media (la entrega de la virginidad de la novia al hacendado, o al cura, en la noche de bodas). Durante casi cuatro años las mujeres judías decidieron no casarse para evitar esa situación, pero, Matitiahu decidió comprometer a Jana a Eleazar ben Hashmonaí. En la noche de bodas la protesta osada de Janá al desgarrar su vestido dará pie al inicio de la rebelión. Si partimos de la acción femenina relatada por este midrash, somos nosotras, las mujeres de este tiempo, quienes debemos ver en las luminarias de Janucá un mensaje dirigido particularmente a nosotras.
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