19:15 Llego a las playas solitarias del norte de Naharia, el Sol se esconde tras tímidas nubes blancotizas.
Me descalzo y comienzo a caminar por la arena buscando alguna piedra donde sentarme a escribir este relato y encuentro una cinco metros antes de la rompiente de las olas. El aire húmedo del atardecer no aplaca el calor soportado del día de Agosto.
19:20 Unos bañistas rezagados disfrutan de las aguas.
19:25 Una niña corre hacia la orilla con su vestido turquesa y se detiene ante las toscas marinas, detrás un hombre que podría ser su padre sujeta en una mano una cámara fotográfica y en la otra una capellina blanca y seguido aparece un niño corriendo hasta alcanzarlo.
El padre –supongo- se acerca a la niña que se ha sentado sobre la piedra, le coloca el sombrero, se lo acomoda y se retira de frente a ella pasos hacia atrás. No los puedo escuchar por el sonido del mar que el viento hace más intenso, pero por los ademanes comprendo que le da unas indicaciones. Calibra la cámara, se enciende el flash y saca la primera foto.