En un artículo reciente hice un comentario acerca del motivo del escultor que despoja al mármol de todo lo superfluo hasta encontrar en su seno pétreo la belleza de la forma estatuaria, que se va perfilando a medida que la piedra bruta desaparece de su entorno. Recordé entonces cómo Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564), en su faz menos conocida de poeta, hace un símil de esa imagen, en unos versos suyos, con la del alma que se va purificando y fortaleciendo a medida que se libra de los vínculos carnales.
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