“Estas cuadrillas, incluso aquellas que vivían en aparente libertad, se caracterizaban por una tenacidad y una organización propias de guerrilleros o buscadores de oro, siempre debidas a la necesidad. ¿ Se sentían en tierra extraña? Pocas veces estallaba la discordia entre ellos. Según el contrato,habían de seguir las ordenes de los jefes de la puszta, pero, de hecho, solo realizaban el trabajo bajo la dirección de su propio jefe de cuadrilla. De la hacienda recibían una paga mensual de siete o diez pengó en metálico y ciento veinte kilos de trigo, veinte kilos de harina para pan, diez kilos de harina para cocinar, tres kilos y medio de tocino, un kilo y medio de manteca, tres kilos de judías, doce kilos de patatas, un kilo de sal, tres kilos de carne salada o cruda, un litro de vinagre y treinta céntimos de condimentos. Ellos mismos habían de prepararse la comida. Procuraban ahorrar cuanto podían de su asignación diaria.
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