El gato de pintas blancas deambula por la cornisa a paso firme y se detiene, al encontrar el sitio buscado, donde echarse a tomar el Sol. Otro de pelaje negro, bebe del charco, las aguas que la lluvia nocturna dejara, sin prestar demasiada atención al recién llegado.
El empedrado pindio, hace dudar la empresa cuesta arriba, pero la curiosidad por saber que le espera, es más fuerte y se atreve. Una puerta cancel se abre y con disimulo, alcanza a escuchar un saludo de despedida y ver la mujer desconocida que sale a la calle y como por vergüenza por husmear, atina a decirle ¡buenos días!
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