Sr. Director
Todo Israel siguió con atención los pasos hacia la liberación de Gilad Shalit. Sin embargo, la alegría estuvo cubierta de sentimientos cruzados debido al precio que se tuvo que pagar por su libertad: la liberación de 1.027 terroristas palestinos.
En los medios mundiales se preguntaron cómo Israel liberó semejante cantidad de condenados en una corte judicial por terribles ataques terroristas perpetrados en contra de civiles inocentes.
De hecho, el acuerdo entre Israel y Hamás fue el resultado de una difícil decisión por parte de Netanyahu que tuvo como trasfondo también la desaparición de Ron Arad.
Esta actitud se deriva del pacto no firmado según el cual ningún soldado de Tzáhal es abandonado en el campo de batalla y se asocia a principios básicos de la sociedad israelí: los valores judíos de responsabilidad mutua, el rescate de los cautivos y la certeza de que cada ciudadano, especialmente aquellos que sirven al Estado, deben regresar a su hogar con el apoyo y los esfuerzos máximos de las autoridades. Esta certeza sostiene nuestra fortaleza y hace posible la devoción de nuestros soldados por defender al país.
Aunque el precio pagado es muy alto, el acuerdo equilibra el deseo de traer de regreso a Gilad y la necesidad de mantener la seguridad de la población.
Cabe destacar que la larga espera hasta que pudo concretarse el acuerdo fue una sostenida fuente de frustración. Sólo en los últimos meses y sin lugar a dudas bajo la influencia de los acontecimientos en el mundo árabe que, entre otros, debilitaron a la dirigencia siria de Hamás, que por fin mostró flexibilidad en las negociaciones.
Israel demostró que cuando toma iniciativas, o cuando sabe leer bien el mapa de los acontecimientos, puede aprovecharlos para conseguir logros.
Esperemos que lo mismo suceda con las negociaciones de paz.
Afectuosamente.
Adela Kantor
Petaj Tikva