Amigos de Semana
Dicen que una vez el representante de Israel ante las Naciones Unidas dijo: "Antes de empezar mi discurso quiero contarles algo sobre Moisés: Cuando Moisés golpeó la roca y de ella salió agua, pensó 'qué buena oportunidad para darme un baño'. Se quitó la ropa, la dejó junto a la roca y se metió en el agua. Cuando acabó y quiso vestirse, su vestimenta ya no estaba allí. ¡Se la habían robado los palestinos!".
El representante de la Autoridad Palestina saltó furioso y dijo: "¿Qué falsedades dice usted? Los israelíes hacen cualquier cosa con tal de demonizarnos. Los palestinos ni siquiera estaban allí!."
El representante de Israel sonrió y dijo: "Y ahora que todo el conflicto ha quedado bien claro, comenzaré mi discurso".
El público en general acepta de buen grado la narrativa palestina y ve a Israel como el agresor.
Yo personalmente apoyo a Israel porque es la tierra de los judíos tras dos mil años de exilio; porque es una democracia, y sobre todo porque Israel constituye nuestra primera línea de defensa ante el islamismo radical.
Israel, situado sobre una defectuosa línea divisoria de la Yihad, frustra el avance territorial del islam.
Israel está enfrentando valientemente el avance de la Yihad igual que Kashmir, Kósovo, Filipinas, el sur de Tailandia, Darfur en Sudán, sectores de Líbano y Aceh en Indonesia.
Para el islam Israel es simplemente un hereje más en el camino. La caída de Israel no le traería al mundo occidental ningún consuelo o paz. Tampoco significaría que nuestras minorías musulmanas modifiacarían repentinamente su comportamiento o que aceptarían nuestros valores.
Muy por el contrario, si Israel no existiera haría que las fuerzas del islam se fortalezcan enormemente y demostraran que el mundo occidental es débil y está condenado.
El fín de Israel no significaría el fín de nuestros problemas con el islamismo, sino apenas el comienzo.
Si ellos pueden acabar con Israel, podrán acabar con el resto del mundo.
Mis sinceros deseos de un Feliz Año Nuevo.
Salvador Del Río
Madrid