Amigos de Semana
En 1948 los países árabes declararon la guerra a Israel con el objeto de que el Estado judío no naciera. Ello no se cumplió, pero tampoco se creó un Estado palestino dando así lugar al inicio de la tragedia de dicho pueblo.
Luego de la Guerra de los Seis Días de 1967 y apoyado en la negativa árabe a negociar un acuerdo, Israel comenzó a creer que podía mantener en sus manos indefinidamente los territorios ocupados.
Los asentamientos judíos en Cisjordania y Gaza comenzaron a multiplicarse bajo justificaciones de seguridad nacional o de lealtad a convicciones mesiánicas. Hoy, cerca de medio millón de israelíes viven en Cisjordania, la mayor parte de ellos en grandes bloques de asentamientos como Gush Etzión, Maalé Adumim y Ariel.
Mientras tanto, Hamás mantiene un programa que señala el objetivo de acabar con Israel para fundar en la totalidad del territorio un Estado palestino, y en los últimos tiempos se vienen fortaleciendo las corrientes israelíes que se resisten a dar pasos necesarios para conseguir el cumplimiento del proyecto de dos Estados para los dos pueblos.
El terrorismo de Hamás y la intensificación de la colonización judía en Cisjordania y en Jerusalén Oriental conducen a un callejón sin salida del que es muy difícil salir, no obstante los esfuerzos de las facciones moderadas de ambos pueblos y de los mediadores internacionales interesados en solucionar el conflicto.
El encuentro entre Obama y Netanyahu es elocuente de que el panorama sigue estando marcado la desconfianza y el miedo de los protagonistas.
El gobierno de Netanyahu considera que las concesiones territoriales que le son exigidas son inadmisibles, mientras que los palestinos mantienen su demanda del derecho al retorno de los refugiados que salieron a partir de la guerra de 1948 y que equivale a que 800 mil judíos, que fueron expulsados de diversos países árabes, exigieran su derecho a retornar a sus antiguos hogares.
El crecimiento de los asentamientos judíos en Cisjordania y Jerusalén Oriental va en contra del establecimiento de un Estado palestino, del mismo modo en que el retorno de millones de palestinos a territorio israelí constituye una condena a muerte para el Estado judío.
Las últimas iniciativas de Obama se encuentran con una situación en la que es difícil avanzar dado el peso de las posturas radicales del gobierno de Netanyahu y de los dirigentes palestinos que se rehúsan a reconocer la legitimidad de Israel.
En estas circunstancias, el reconocimiento de un Estado palestino en la ONU tiene el potencial de convertirse en la chispa de una nueva guerra de alcances incalculables.
En este caso, no cabe duda que la atmósfera generada por la "primavera árabe" será un factor contribuyente a la gestación de ese escenario.
Los saludo atentamente.
David Selener
Kiriat Ono